Page 212 - El nuevo zar
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combatientes chechenos se retiraron a las montañas para unirse a otros, unos
siete mil en total. Masjádov aún estaba libre, como otros comandantes.
Basáiev había prometido continuar la guerra «en todo el territorio ruso» e iba
a cumplir con su promesa.
El 20 de marzo, a solo seis días de las elecciones presidenciales, Putin visitó
Grozni por primera vez. Dado que las tropas rusas seguían sufriendo bajas en
ataques de guerrilla fuera de la capital, preparó a los votantes del país para
una guerra más larga de lo que nadie en el Kremlin se había atrevido a
reconocer. La guerra había detenido el aumento sorprendente de su
popularidad durante el invierno, pero, con la censura en la cobertura de los
medios, ese tipo de asuntos de campaña, prácticamente, ya habían
desaparecido del foco mediático. Si bien las fuerzas rusas habían destruido la
«mayoría de los grandes grupos armados ilegales», persistían muchas
amenazas, dijo Putin. «Esa es la razón por la que no debemos retirar a todos
nuestros soldados de Chechenia, sino dejar una cantidad suficiente de nuestras
fuerzas allí para que se ocupen de los problemas actuales.» La mayoría de los
rusos nunca conoció el lado oscuro de la guerra total de Putin, y tampoco
parecía importarles. Putin había llegado a Grozni a bordo de un caza de dos
asientos construido en tiempos soviéticos. Apareció en el campo de aviación
militar vestido como un personaje de una película de guerra, jactancioso en su
traje de piloto. Las puestas en escena como esta pronto serían un elemento
básico en la política de Putin, el cultivo cuidadoso de la imagen televisada del
líder que un escritor bautizaría como «videocracia».[16] La cobertura
televisiva de su visita a Grozni fue tan aduladora que muchos, de hecho,
creyeron que el propio Putin había pilotado el avión.
El día de las elecciones, el resultado era ya una conclusión inevitable. El
único suspense era el número de votantes, pues cualquier cifra inferior al 50
% invalidaría los resultados. Putin se enfrentaba con otros diez candidatos,
pero la mayoría eran líderes regionales o políticos poco conocidos, como Yuri
Skurátov, que todavía estaba batallando contra su despido como fiscal general
sin nunca revelar toda la información incriminadora que decía tener contra el
círculo interno de Yeltsin. Los contendientes más prominentes seguían siendo
los que se habían opuesto a Yeltsin cuatro años antes: Guenadi Ziugánov, de