Page 209 - El nuevo zar
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ruptura  pública  con  la  Rusia  de  Yeltsin.  «La  maquinaria  estatal  se  está
               cayendo a pedazos —escribió—. Su motor (el Poder Ejecutivo) escupe e hipa
               en cuanto uno intenta encenderlo.»[9] Prometió combatir el crimen y declaró
               que  la  guerra  en  Chechenia  era  una  lucha  contra  «el  mundo  criminal»,  no

               contra  un  movimiento  independentista  con  una  reivindicación  histórica  de
               autodeterminación.  En  una  referencia  apenas  velada  a  la  amenaza  de

               Primakov de vaciar las cárceles para hacer sitio a los acusados de «crímenes
               financieros»,  dejó  claro  que  no  tenía  intención  de  revertir  las  confusas  e
               injustas privatizaciones de la década anterior, sino más bien de reafirmar el
               control del Estado sobre el mercado, con el objetivo de poner fin «a un círculo

               vicioso» de empresarios corruptos que pagaban sobornos a trabajadores del
               Gobierno y sustraían recursos del presupuesto que eran necesarios para sacar

               a los pobres de la pobreza. «Millones de personas en el país apenas logran
               cubrir los gastos; recortan en todo, incluso en la comida —escribió—. Los
               mayores,  que  ganaron  la  Gran  Guerra  Patriótica  e  hicieron  de  Rusia  una

               gloriosa  potencia  mundial,  están  recibiendo  una  magra  existencia  o,  peor,
               pidiendo limosna en la calle.» Putin acuñó un eslogan para su visión de una
               nueva Rusia obediente de las reglas, segura y próspera. El eslogan encarnaba

               las contradicciones internas de su ideología, de sus estudios como abogado,
               de su experiencia como oficial de inteligencia y de su temperamento. Sentía
               tan  hondamente  el  eslogan  que  lo  utilizó  dos  veces  en  una  carta.  Rusia,

               declaró, sería «una dictadura de la ley».





               La  mayor  amenaza  a  la  popularidad  de  Putin  antes  de  las  elecciones,

               irónicamente, parecía ser la guerra que lo había propulsado al puesto más alto
               en el Kremlin. La ofensiva relámpago hasta el río Térek en el otoño de 1999,
               celebrada  por  el  público,  se  empantanó  ahora,  durante  el  invierno,  en

               truculentas luchas callejeras por el control de la capital de Chechenia, en cada
               una de sus derruidas manzanas. Para fines de enero de 2000, cuando las tropas
               rusas  presionaban  para  entrar  en  Grozni,  las  fuerzas  militares  habían

               reconocido  la  muerte  de  1.173  soldados,  aunque  muchos  acusaban  al
               Gobierno de informar menos bajas del combate al no contar las de los rusos
               fuera de las fuerzas militares y del Ministerio del Interior, incluido el FSB, o a

               los  que  morían  por  heridas  más  adelante.[10]  Los  soldados  rusos  sufrían
               escasez  de  equipo,  uniformes,  alimentos  y  municiones;  y  no  podían  estar
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