Page 208 - El nuevo zar
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comercial del libro por tratarse de una violación de las leyes de campaña, la
oficina central de Putin simplemente compró al por mayor toda la primera
tirada y distribuyó las copias gratuitamente a los votantes.[6]
Putin, junto con Liudmila y otros que lo habían conocido durante años,
contaban su biografía de una forma simple, ocasionalmente franca, que
construyó su imagen como la de un hombre corriente, pero también como la
de un dirigente indiscutible, casi indisputado, de una nación vasta y en otro
tiempo grande, que emergía de su último «Período Tumultuoso». Putin
lograba expresar orgullo por su educación soviética y su carrera en el KGB a
la vez que también se distanciaba de los fracasos de la Unión Soviética.
Ofrecía a todos algo de qué asirse, un código comprometido tanto con el
pasado como con la nueva democracia, tanto a un patriota como a un creyente
religioso. Y nadie sabía con seguridad qué representaba, porque parecía
representarlo todo. En sus escasos meses de protagonismo, la pregunta
«¿Quién es Putin?» se había vuelto el estribillo de periodistas, académicos,
inversores y gobiernos extranjeros, y sus agencias de inteligencia, incluida la
CIA, que puso a trabajar a toda prisa a sus analistas para componer un perfil y
entrevistó a los que habían tenido ocasión de conocer a Putin durante sus años
como subordinado desconocido.[7]
La estrategia del equipo de campaña de Medvédev era, simplemente, dejar
que Putin siguiera adelante con sus funciones oficiales como primer ministro
y presidente interino. No era coincidencia, por supuesto, que esas funciones lo
llevaran por todo el país para encuentros (televisados) que atraían a todo el
espectro de la sociedad rusa. Un día visitaba el centro espacial de Rusia en las
afueras de Moscú, al siguiente, una plataforma petrolífera en Surgut. Presidió
las reuniones de sus consejeros de seguridad y una visita oficial del primer
ministro de Gran Bretaña, Tony Blair. Prometió pagar todos los sueldos
atrasados para fines de la primavera. Aumentó las pensiones primero en un 12
% y luego otra vez en un 20 %: gestos que sumaron a su creciente índice de
aceptación al menos tanto como la guerra en Chechenia.[8] Putin no se
dignaría a debatir con sus contendientes, pero sus declaraciones sobre el
trabajo del Gobierno disponían de mucho más tiempo de emisión que
cualquier otra cosa que ellos dijeran. No estaba prometiendo nada; estaba
cumpliendo.
Una vez que la campaña de un mes se inició oficialmente, Putin publicó
una carta para los votantes en tres periódicos principales que equivalió a una