Page 211 - El nuevo zar
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La secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, mencionó el
               caso Babitski cuando visitó Moscú y se encontró con Putin en febrero, pero,
               tras una reunión de tres horas, emergió como hechizada por el nuevo líder
               ruso. No fue la última vez que los pares extranjeros de Putin saldrían con una

               visión  que  luego  lamentarían.  «Lo  encontré  muy  informado,  un  buen
               interlocutor; obviamente un patriota ruso que trata de normalizar la situación

               con Occidente», dijo Albright.[13]  En  privado,  ella  le  advirtió  a  Putin  que
               estaba jugando con fuego en Chechenia y, nuevamente, lo instó a buscar una
               solución negociada, algo que él nunca tuvo interés en buscar. «No creo que
               estemos ni un poco más cerca de una solución política en Chechenia», declaró

               ella. Tenía razón ella en ese momento, pero él tendría razón al final.

                    Para finales de enero, los comandantes rebeldes de Chechenia, maltrechos
               por los ataques aéreos sobre sus reductos en Grozni, abandonaron la ciudad y

               comenzaron  una  retirada  traicionera  hacia  una  trampa.  Un  oficial  de
               contrainteligencia ruso, que previamente había organizado el intercambio de

               prisioneros, aceptó un soborno de 100.000 dólares para ayudar a escapar a un
               grupo grande de combatientes a través de un asentamiento cerca de Alján-
               Kalá. Durante la noche del 1 de febrero, la principal fuerza descubrió que la
               ruta  asignada  estaba  llena  de  minas.  Al  cruzarla  con  gran  esfuerzo  y

               devastadoras  pérdidas,  proyectiles  rusos  comenzaron  a  llover  sobre  ellos.
               Cientos de chechenos murieron. Entre los heridos de gravedad estaba Shamil

               Basáiev,  quien,  tras  la  incursión  en  Daguestán,  ahora  era  el  enemigo  más
               vituperado de Rusia. Una mina le destruyó el pie derecho durante la fuga. Los
               chechenos hicieron pública una truculenta cinta de vídeo en la que un cirujano
               le amputa el pie, al parecer para demostrar a los rebeldes y otros que, aunque

               herido, Basáiev seguía vivo.[14]

                    El 6 de febrero, las fuerzas rusas capturaron Grozni —al menos, lo que
               quedaba  de  ella—.  Ningún  edificio  permanecía  intacto;  la  mayoría  estaba

               destruida e inhabitable. Los comandantes militares rusos izaron una bandera
               rusa  sobre  la  oficina  administrativa  de  la  ciudad,  pero,  en  medio  de  la

               devastación, no pudieron encontrar un solo edificio lo bastante estable para
               que funcionara como cuartel general militar. Las autoridades rusas llevaban
               en  avión  alimentos  y  provisiones  médicas  para  los  habitantes  que  habían
               pasado el invierno en sus sótanos. «La gente debe comprender que no son un

               pueblo derrotado —declaró Putin—. Son un pueblo liberado.»[15]

                    Sin  embargo,  la  guerra  no  había  terminado  en  absoluto.  Miles  de
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