Page 200 - El nuevo zar
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del  país.  Putin  no  había  divulgado  el  secreto  de  Yeltsin  tras  su  primera
               reunión el 14 de diciembre, ni el momento elegido tras la segunda, el 29 de
               diciembre. Ella lo supo con el resto de los rusos. El ascenso de su marido en
               Moscú  en  ocasiones  la  había  dejado  maravillada  de  estar  casada  con  «un

               hombre  que  ayer  realmente  solo  era  un  vicealcalde  desconocido  de  San
               Petersburgo».[45]

                    Como  había  temido  cuando  él  volvió  al  FSB,  la  vida  familiar  sufrió

               restricciones. Las niñas, de ahora quince y trece años, debieron dejar de ir al
               colegio alemán al que habían estado asistiendo desde que llegaran a Moscú:
               recibieron educación en el hogar. Guardias de seguridad las acompañaban en

               sus  raras  excursiones  al  teatro  o  al  cine.  Cuando  le  preguntaban, Liudmila
               decía que tenía solo tres amigas cercanas. Cuando Putin regresó al FSB, ella
               había tenido que poner punto final a la amistad que había mantenido con la

               esposa  de  un  banquero  alemán,  Irene  Pietsch,  mientras  estaban  en  San
               Petersburgo. «Ella no estaba nada contenta», dijo Pietsch, que luego escribió

               Heikle Freundscheften [Amistades delicadas], un libro apasionante acerca de
               los Putin que describía un matrimonio tormentoso.[46] En el libro, Liudmila
               se quejaba de que su marido no la dejaba utilizar tarjeta de crédito —sin duda,
               preocupado por el escándalo en torno a las hijas de Yeltsin— y bromeaba con

               que el estilo de vida de Putin era como el de los vampiros. «Este aislamiento
               es atroz», Liudmila le había contado a Pietsch cuando terminó la amistad con

               ella. «Se acabó el viajar adonde queramos. Se acabó la posibilidad de decir lo
               que queramos. Apenas había empezado a vivir.» Su marido, además, podía ser
               hiriente y despectivo respecto de sus opiniones. Una vez, durante una visita
               de  una  semana  a  su  dacha  en  Arjángelskoye,  él  le  dijo  a  Pietsch  que

               cualquiera  que  pudiera  pasar  tres  semanas  con  Liudmila  merecía  un
               monumento.[47] Ahora Liudmila estaba por convertirse en primera dama, un

               rol moderno de Occidente que los rusos veían con cierta ambivalencia. Lloró
               cuando supo del nuevo empleo de su marido, dijo, porque «se daba cuenta de
               que su vida privada se había terminado, al menos durante tres meses, hasta las

               elecciones presidenciales, o quizás por cuatro años».[48]

                    Putin,  tras  el  anuncio  de  Yeltsin,  presidió  una  reunión  del  Consejo  de
               Seguridad,  que  había  liderado  hasta  convertirse  en  primer  ministro,  solo
               cuatro  meses  antes.  Sus  miembros  incluían  a  los  líderes  de  la  Duma  y  el

               Consejo de la Federación, así como a los ministros de Defensa e Interior y los
               jefes de inteligencia. Los presentes en el salón habían estado en Moscú mucho
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