Page 191 - El nuevo zar
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entender esto y darse cuenta de que, o bien, como en el pasado, corremos a
               atacar al grito de “¡Comunistas, adelante!”, indiferentes a nuestras pérdidas, o
               bien, con paciencia y método, los destruimos desde el aire.»

                    «¿Y si acaso fracasaran los ataques aéreos?» «Triunfaremos —le dijo al

               entrevistador—. No habrá ningún “si acaso”.»[22]

                    El 20 de octubre, mientras se propagaba la lucha, Putin viajó en secreto de
               Moscú a Chechenia en una travesía que incluyó un vuelo corto en un avión

               Sujói-25. Como había hecho en Daguestán, Putin otra vez repartió medallas a
               pilotos en una base aérea, y se encontró con personas mayores de un pueblo
               en  Znamenskoie,  ubicado  justo  dentro  de  la  frontera  de  Chechenia,  ahora

               liberado por los rusos. Lamentó el fracaso del Gobierno checheno para pagar
               salarios  y  pensiones  y  para  mantener  abiertas  las  clínicas  y  las  escuelas,  a
               pesar  de  que  los  fondos  desde  Moscú  nunca  habían  dejado  de  fluir.  El

               objetivo de Rusia era restaurar el orden, dijo, y liberar el territorio «de esos
               bandidos que, más que hasta el cuello, están hasta las cejas de sangre». «Uno
               de  los  motivos  de  mi  visita  aquí  hoy  es  mostrarles  que  nosotros  y  ustedes

               somos  un  todo  único,  para  que  no  se  despierte  en  Rusia  un  sentimiento
               antichecheno y anticaucásico, para que todo el país sepa y pueda ver que aquí
               no hay nada tan sangriento.»[23] Al día siguiente, un cohete ruso cayó sobre

               el mercado central de Grozni y mató a muchas personas, la mayoría mujeres y
               niños que compraban víveres que escaseaban.

                    A pesar del furor respecto de las explosiones de edificios y una erupción

               de sentimientos antichechenos en Moscú y en todas partes de Rusia, la guerra
               hasta entonces no tenía respaldo político universal, especialmente no lo tenía
               entre  los  políticos  que  competían  por  el  poder  en  la  inminente  era  post-

               Yeltsin. El recuerdo de la primera guerra todavía estaba en carne viva. Para
               mediados de septiembre, más de doscientos soldados rusos habían muerto en
               la lucha a lo largo de las fronteras chechenas; las bajas dentro de Chechenia

               eran mucho más altas, probablemente miles. Yevgueni Primakov, quien con
               Luzhkov era uno de los favoritos para reemplazar a Yeltsin, expresó apoyo a
               los  ataques  «puntuales»  contra  los  campamentos  terroristas,  pero  no  a  una

               nueva  invasión.  «Estoy  enérgicamente  en  contra  de  operaciones  de  gran
               escala que puedan evolucionar en sucesos que hemos visto en el pasado —
               dijo—.  No  deberíamos  retroceder  a  eso.»[24]  Luzhkov  respondió  a  los

               ataques con racismo apenas disimulado y el restablecimiento de requisitos de
               residencia propios de la era soviética. Su propuesta para resolver el conflicto
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