Page 187 - El nuevo zar
P. 187

podría haber minimizado el daño. La fuerza desprendió la fachada del edifico,
               pero no lo derrumbó. Esta vez murieron diecisiete personas. Las víctimas de
               la ola de terror habían llegado, así, a casi trescientas.

                    Los ataques aéreos limitados de Rusia dentro de Chechenia continuaron,

               pero  Putin  ahora  intensificó  el  conflicto.  El  23  de  septiembre,  por  primera
               vez, un avión ruso bombardeó en una incursión profunda en la república y
               atacó  el  aeropuerto  de  Grozni  y  una  refinería  de  petróleo,  que  se  incendió

               fuera  de  control  porque  las  autoridades  locales  tenían  escaso  equipamiento
               para combatir el fuego. Los ataques fueron más punitivos que estratégicos. El
               ataque  al  aeropuerto  destruyó  uno  de  los  dos  aviones  funcionales  de

               Chechenia: un viejo biplano sin relevancia militar. Putin, en una visita oficial
               a Kazajistán, prometió que Rusia se defendería de las «bandas de mercenarios
               y terroristas extranjeros», pero insistió en que no tenía entre sus planes una

               nueva guerra en Chechenia. Cuando le preguntaron por el propósito de los
               ataques  aéreos,  su  mal  genio  estalló.  Las  maneras  lacónicas  que  los  rusos

               habían visto en su nuevo primer ministro ascético y adusto desaparecieron.
               Sonó como un gángster. Su respuesta fue cortante, con palabras sazonadas por
               la  jerga  del  bajo  mundo.  «Estoy  cansado  de  responder  estas  preguntas  —
               contestó,  irritado—.  Los  aviones  rusos  solo  están  atacando  campamentos

               terroristas.  Vamos  a  ir  a  buscarlos  donde  estén.  Y,  disculpe,  pero  si  los
               encontramos en el baño, los tiraremos por el retrete.»[15]






               Fue una explosión que no ocurrió la que lo puso todo en cuestión acerca de
               los sucesos de ese verano. La tarde del 22 de septiembre, la anterior a la de

               esa  declaración  de  Putin  sobre  el  retrete,  que  pronto  se  haría  famosa,  un
               conductor de autobús que vivía en Riazán, al sudeste de Moscú, observó un
               Lada  blanco  aparcado  fuera  de  su  edificio  de  pisos.  Una  mujer  joven,

               claramente de etnia rusa, estaba de pie, nerviosa, en la entrada del edificio, en
               la  calle  Novosiolov.  Un  hombre  estaba  sentado  en  el  coche.  Pronto  otro
               hombre  salió  del  edificio  y  los  tres  se  marcharon  juntos  en  el  vehículo.

               Inquieto por las explosiones anteriores, el conductor del autobús llamó a la
               policía.  En  un  principio,  la  policía  no  pareció  interesarse,  pero,  cuando
               finalmente  llegaron  oficiales,  cundió  el  pánico.  En  el  sótano,  un  cabo  de

               policía,  Andréi  Chernishev,  encontró  tres  sacos  etiquetados  como  azúcar,
   182   183   184   185   186   187   188   189   190   191   192