Page 399 - El nuevo zar
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ese  era  su  deseo.  De  modo  que  Medvédev  navegó  hacia  una  victoria
               contundente  en  unas  elecciones  dirigidas  que  impidieron  a  destacados
               opositores al régimen de Putin, incluso a Mijaíl Kasiánov y Garri Kaspárov,
               inscribirse como candidatos, igual que había sucedido en las elecciones de la

               Duma  en  diciembre  de  2007.  Kaspárov,  pese  a  sus  recursos  financieros  y
               fama, no pudo ni siquiera alquilar un salón lo bastante grande para realizar

               una  convención  de  nominación,  como  establecía  la  ley.  Kasiánov  fue
               inhabilitado con la acusación de que en su campaña se habían «falsificado»
               más  del  13  %  de  las  firmas  necesarias  para  nominarlo.  Otro  candidato
               «liberal», Andréi Bogdánov, no se encontró con esos obstáculos en materia de

               firmas. Era un estratega político y un masón llegado del casi total anonimato,
               elegido  el  año  anterior  como  Gran  Maestro  de  la  Gran  Logia  de  Rusia.  El

               Kremlin orquestó su candidatura como respaldo, en caso de que nadie más se
               molestara en presentarse.[2]

                    Medvédev representó el papel que tenía asignado, evitando el cara a cara

               con los votantes y negándose a debatir con sus contendientes, que además de
               Bogdánov incluían a los empedernidos de siempre que se habían abstenido de
               competir  con  Putin  en  2004:  el  comunista  Guenadi  Ziugánov  y  el  bufón
               nacionalista  Vladímir  Yirinovski.  Medvédev  simplemente  se  ocupó  de  sus

               deberes  ministeriales  como  «vice»,  idolatrado  por  el  canal  de  televisión
               estatal y con su patrón nunca muy lejos en la imagen. Era la opción de Putin

               y, por lo tanto, la única. Era el heredero, el zarévich, solo a la espera de la
               confirmación popular. La corta campaña política fue tan claramente forzada
               que  Mijaíl  Gorbachov  amonestó  públicamente  al  Kremlin.  «Algo  falla  con
               nuestras elecciones», dijo, pero la suya era una voz moral de autoridad que

               llegaba desde un pasado esquivo y desacreditado, y pocos prestaron atención,
               ciertamente  no  los  medios  estatales.[3]  Cuando  se  realizó  el  cómputo  de

               votos, Ziugánov salió en un distante segundo lugar con el 18 %. Bogdánov
               recibió  menos  de  un  millón  de  votos,  menos,  de  hecho,  que  el  número  de
               papeletas  nulas  o  en  blanco.  Medvédev,  sin  experiencia  política  propia,  se

               convirtió en el presidente electo más joven. Tenía solo cuarenta y tres años.
               Ganó  con  el  71,2  %  de  los  votos,  un  recuento  que  era  notoriamente  —y
               deliberadamente, según la visión generalizada— apenas menor que el 71,9 %

               de Putin cuatro años antes.

                    Desde el momento en que asumió el cargo en mayo, Medvédev luchó por
               salir de la sombra del hombre que lo había ascendido a las alturas del poder.
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