Page 400 - El nuevo zar
P. 400
Yeltsin se había apartado discretamente del candelero desde el día en que
nombró a Putin, pero ahora Putin se paseaba seguro de sí mismo por la
ceremonia de investidura de Medvédev. Abrió la ceremonia en el Kremlin con
un discurso de despedida sin precedentes en que afirmó, sin margen de error
para la élite reunida en el Gran Palacio, que no tenía intención de desaparecer
de la escena pública. Medvédev esperaba causar una rápida buena impresión
en la escena mundial y visitar Alemania, el socio comercial más cercano a
Rusia en Europa, pero Putin se adelantó a esa visita oficial con su propia
visita a Francia. El jefe del comité de asuntos exteriores del Consejo de la
Federación, Mijaíl Marguélov, dijo a un funcionario visitante de Estados
Unidos que Medvédev, talentoso aunque sin formación, era un «estudiante
que había aprendido de sus maestros», pero que el «decano de la facultad»
seguía siendo Putin.[4] Dijo también que Putin quería genuinamente ceder las
funciones de jefe de Estado, aunque en forma gradual, en especial los asuntos
exteriores, pero a Medvédev le costaba extender su autoridad sobre una
burocracia acostumbrada durante ocho años a responder ante Putin.
No obstante, con su temperamento apacible y estudioso, Medvédev al
menos cambió el tono del Kremlin. Durante su campaña y sus primeras
semanas en funciones, habló de libertades civiles, modernización económica
y la necesidad de poner fin a la corrupción incontrolada y al «nihilismo
jurídico» que caracterizaba a la política y a la sociedad rusas. Putin había
hecho promesas similares, pero Medvédev resultó ser mucho menos
beligerante, menos amenazante. Parecía ansioso de dar una imagen diferente
de liderazgo, de probar que la transición era sustantiva, no puramente
simbólica. Donde Putin era duro y crispado, Medvédev parecía gentil y
abierto. Disfrutaba de utilizar dispositivos modernos (Steve Jobs le regalaría
un iPhone en 2010) y abría cuentas en redes sociales, donde publicaba
fotografías que sacaba a modo de pasatiempo.
A pesar de la envergadura de Putin como primer ministro, muchos
comenzaron a creer que Medvédev llevaría a cabo las reformas
liberalizadoras que Putin no había logrado concretar. Uno de los que
albergaban esperanzas respecto de la promesa de Medvédev permanecía en la
celda siberiana adonde había sido confinado: Mijaíl Jodorkovski. Ahora
reunía los requisitos para una libertad condicional, y sus abogados apelaron
en julio para que le concedieran la libertad anticipada.[5] El otro era el
estadounidense que pretendía reemplazar a George Bush como presidente de