Page 405 - El nuevo zar
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Después de reunirse con Hu Jintao a la mañana siguiente de la ceremonia de
               inauguración, Putin abandonó Pekín y voló de regreso a Rusia: no a Moscú,
               sino al bullicioso escenario de la fuerza invasora de Rusia. Llegó la noche del

               sábado  al  cuartel  general  del  58º  Ejército,  en  Vladicáucaso,  la  capital  de
               Osetia del Norte, la república rusa en la ladera norte del Cáucaso que había
               sido desgajada de sus compatriotas del lado de Georgia por decreto de Iósif

               Stalin.  Fue  Putin  quien  apareció  en  los  medios  estatales  recibiendo  las
               informaciones militares de los generales en uniforme emplazados en la zona,
               mientras Medvédev daba pálidas directivas desde su oficina en el Kremlin.

               Putin dijo que Georgia, envalentonada por su coqueteo con Estados Unidos y
               la OTAN, estaba tratando de devorar a Osetia del Sur y que ahora la perdería
               para siempre. «Lo que sucede en Georgia es un genocidio», dijo con una furia

               que exageraba la realidad en la zona.[14] Para entonces, tanques rusos habían
               alcanzado Tsjinvali y avanzado más allá de Osetia hacia la ciudad georgiana

               de  Gori,  la  ciudad  natal  de  Stalin.  Buques  de  guerra  rusos  bloquearon  el
               puerto de Poti, al sur de la frontera con Abjasia. Las fuerzas de Georgia, a
               pesar de años de equipamiento y entrenamiento por parte de Estados Unidos,
               se  separaban  en  desorden,  incapaces  de  comunicarse  de  forma  efectiva,  ya

               que  los  rusos  habían  colapsado  o  interrumpido  la  cobertura  de  telefonía
               móvil,  su  único  medio  de  comunicación.  Humillado,  Saakashvili  debió

               implorar ayuda. Estados Unidos transportó por aire a dos mil soldados que
               Georgia había desplegado en Irak como parte de la guerra estadounidense allí,
               y  luego  el  presidente  Bush  envió  ayuda  y  equipamiento  adicional,  pero
               también  dejó  claro  que  Estados  Unidos  no  acompañaría  militarmente  a

               Georgia.  Más  de  cien  consejeros  militares  estadounidenses  que  habían
               permanecido  en  Georgia  tras  el  ejercicio  de  verano  se  retiraron  para  evitar

               verse involucrados en el combate. Con la fractura de las tropas georgianas en
               retirada ante el avance ruso hacia la capital, Tiflis, también bajo bombardeo,
               Saakashvili no tuvo más opción que pedir la paz.


                    Ostensiblemente,  Putin  rendía  debida  deferencia  a  su  protegido  en  su
               carácter  de  comandante  en  jefe,  pero  todo  el  sistema  —la  burocracia,  las
               fuerzas militares, los medios— terminó estando tan condicionado por su rol
               como líder supremo que tenía dificultades para sostener la apariencia de que

               Medvédev estaba al cargo. Putin mismo se mostraba reticente o incapaz de
               retroceder a un segundo plano y, en reuniones televisadas durante la crisis,
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