Page 408 - El nuevo zar
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John McCain— podría haber sido el momento para recibir de buen grado el
               cambio  de  Administración.  Sin  embargo,  al  hablar  en  el  Gran  Palacio  del
               Kremlin, Medvédev ni siquiera mencionó a Obama. Culpó a Estados Unidos
               por  la  guerra  en  Georgia  y  amenazó  con  desplegar  misiles  balísticos  en

               Kaliningrado, el enclave ruso en Europa Oriental anexado como tributo tras la
               Gran  Guerra  Patriótica,  si  los  estadounidenses  construían  su  sistema  de

               defensa de misiles en Europa. En lugar de sonar duro, Medvédev parecía duro
               de oído. Ni siquiera estaba claro si se creía sus propias fanfarronerías.

                    La elaboración de la política exterior de Rusia había sido notoriamente
               opaca y difícil de llevar desde la era Yeltsin, pero con dos centros de poder

               político  se  dificultó  aún  más.  Medvédev  se  disculpó  por  sus  declaraciones
               durante su primera visita a Washington dos semanas después, donde se reunió
               con el presidente Bush, aunque no con el joven presidente electo. Dijo que

               había sido un simple descuido dar esa advertencia provocadora el día en que
               los líderes del mundo felicitaban a Barack Obama. «Con todo mi respeto por

               Estados Unidos, olvidé por completo el importante suceso político que iba a
               tener lugar ese día —dijo, de forma inverosímil—. No es nada personal.»[20]
               Como con la guerra en Georgia, Medvédev pareció tropezar con sus propios
               pies (o con los de Putin).


                    Un segundo golpe paralizante para la naciente presidencia de Medvédev
               llegó apenas semanas después del fin de la guerra en Georgia. Los beneficios
               imprevistos  por  el  aumento  constante  de  la  recaudación  proveniente  del

               petróleo y el gas habían estimulado el auge económico del país, con lo cual se
               habían incrementado las ventas minoristas de todo, desde coches importados

               hasta muebles y alimentos. La economía había crecido a un promedio de casi
               un 7 % anual durante la presidencia de Putin, quien había logrado pagar la
               deuda externa del país, había amasado cientos de miles de millones de dólares
               en reservas de divisas y, sin ceder a la presión por gastarlos libremente, había

               construido  un  fondo  de  estabilización  que  protegería  al  país  de  cualquier
               desaceleración. Recién  instalado  en  su  puesto  como  primer  ministro,  Putin

               actuaba  como  si  su  mayor  legado  fuera  irreversible.  Sin  embargo,
               coincidiendo  con  la  transición  política  de  2008,  la  economía  de  Rusia
               comenzó  a  desacelerarse.  Con  el  aumento  de  la  inflación,  el  nuevo  primer
               ministro trató de imponer su voluntad al mercado y los oligarcas. En julio,

               empujado  por  quejas  de  ejecutivos  de  la  energía  respecto  de  los  crecientes
               precios  del  acero  para  los  oleoductos,  convocó  una  reunión  de  la  industria
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