Page 409 - El nuevo zar
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metalúrgica en Nizhni Nóvgorod, cuyo propósito quedó claro cuando apuntó
al multimillonario propietario del mayor fabricante de acero de Rusia,
Mechel, por vender su carbón de coque en el mercado doméstico a precios
más altos que en el exterior, con lo cual evitaba impuestos. (Ígor Sechin fue
quien llevó el asunto a su atención, según las informaciones, debido a las
penurias económicas que acusaba Rosneft.) El propietario de la compañía,
Ígor Ziuzin, ya bajo presión de sus clientes y competidores, cometió el error
de saltarse la conferencia e internarse en un hospital para afecciones
cardiovasculares. La respuesta de Putin fue cortante. Sugirió que quizás las
autoridades antimonopolio, como el fiscal general, deberían indagar acerca de
los asuntos de la compañía. «Desde luego, una enfermedad es una
enfermedad, pero creo que debería recuperarse cuanto antes —dijo—. De otro
modo, tendremos que enviarle un doctor y sanear todos los problemas.» Hasta
el final del día, las acciones de Mechel, que cotizaban en la bolsa de Nueva
York, perdieron más de un tercio de su valor —cerca de 6.000 millones de
dólares— y arrastraron consigo a los alicaídos mercados de Rusia.
Mechel emitió enseguida una declaración contrita en que prometía
abordar las preocupaciones del primer ministro, pero Putin había enviado un
mensaje claro. No tenía intención de sacar las manos del timón de la
economía planificada de Rusia e intervenía cada vez que sentía el impulso,
socavando los primeros esfuerzos de Medvédev por generar un clima más
atractivo para las inversiones. Medvédev y sus asistentes parecieron
sorprendidos por el ataque de Putin. Uno de sus asistentes de mayor rango,
Arkadi Dvorkóvich, trató de calmar los mercados, pero días después Putin
reiteró sus acusaciones de que Mechel estaba evadiendo impuestos, con lo
cual hizo caer las acciones de la compañía por segunda vez. Putin actuaba
como si Rusia fuese invencible, una isla de creciente prosperidad, inmune a la
tormenta financiera que se había formado durante todo el verano, desde el
momento en que el precio del petróleo alcanzó su pico de más de 140 dólares
el barril.
La crisis financiera mundial provocada por los ceses de pago de las hipotecas
en Estados Unidos en 2008, al principio pareció plantear una amenaza
mínima a la economía de Rusia, ya que sus bancos no habían emitido el tipo