Page 407 - El nuevo zar
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dentro  de  la  región,  con  frecuencia  a  la  vista  de  los  rusos.[19]  Dos  días
               después del cese del fuego, mientras Condoleezza Rice volaba a Georgia para
               ofrecer un compromiso de apoyo político y humanitario por parte de Estados
               Unidos, una columna armada rusa avanzó hacia el este, hacia la capital, y se

               detuvo a solo 40 kilómetros de los límites de la ciudad de Tiflis. Las últimas
               tropas rusas no se retirarían del territorio georgiano hasta dos meses después

               e, incluso entonces, dejaron refuerzos en Osetia del Sur y Abjasia. El 26 de
               agosto,  mientras  aún  estaban  despejando  los  escombros  de  la  guerra,
               Medvédev anunció que Rusia reconocería como naciones independientes a los
               dos enclaves. Él y otros citaron el precedente de Kosovo, cuya declaración de

               independencia seis meses antes había sido llamada ilegítima por los rusos.






               A pesar de algunos fallos obvios por parte de sus fuerzas, la guerra avivó un
               fervor  nacionalista  en  Rusia,  amplificado  por  los  medios  estatales,  que
               glorificaban las acciones de los liberadores rusos y vilipendiaban al enemigo

               con una intensidad no vista desde la Gran Guerra Patriótica. Sin embargo, la
               gloria tuvo efectos tanto para Medvédev como para Putin, dado que estaba
               claro para todos que Putin seguía siendo el líder supremo. Medvédev ocupaba

               una presidencia con autoridad disminuida por la simple razón de que Putin se
               había llevado efectivamente los poderes —junto con gran parte de su personal
               presidencial— a la oficina de primer ministro, ubicada en la Casa Blanca, en

               el extremo opuesto de Novi Arbat desde el Kremlin. Medvédev seguía siendo
               el  jefe  de  Estado  nominal,  pero  su  gestión  de  los  asuntos  exteriores  era
               embrollada y confusa porque debía consultar toda decisión fundamental con

               su  primer  ministro.  Sus  propios  esfuerzos  para  repetir  el  tono  imponente,
               agresivo y resuelto que Putin empleaba tan hábil y frecuentemente tenían un
               efecto más bien bochornoso.


                    El día después de que los votantes en Estados Unidos eligieran a Barack
               Obama, en noviembre de 2008, un momento ampliamente celebrado en todo
               el  mundo  como  el  fin  de  la  era  Bush,  de  desenfrenada  agresión

               estadounidense,  Medvédev  pronunció  su  primer  discurso nacional desde su
               investidura. Tras las envenenadas relaciones hacia el fin de la presidencia de
               Bush —en que Putin incluso sugirió que Estados Unidos había instigado la

               guerra  en  Georgia  para  impulsar  las  posibilidades  del  oponente  de  Obama,
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