Page 406 - El nuevo zar
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sugería instrucciones que Medvédev diligenciaba con sumisión. En público,
               Putin trataba de destacar el puesto preeminente de Medvédev, pero en privado
               intimidaba y engatusaba a sus interlocutores, todavía en gran medida en el rol
               de líder. Cuando el presidente francés, Nicolás Sarkozy, voló a Moscú para

               mediar  un  cese  del  fuego  el  12  de  agosto,  encontró  a  Medvédev  calmo  y
               optimista, capaz de negociar. Sin embargo, Putin también asistió a la reunión,

               se mostró bombástico y crudo, y bufó con tal ferocidad contra Saakashvili que
               el  problema  pareció  profundamente  personal.[15]  Sarkozy  presionó  a  los
               rusos  para  que  detuvieran  una  invasión  que  ahora  parecía  determinada  a
               alcanzar  la  capital  de  Georgia  y  deponer  a  su  presidente.  El  ministro  de

               Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, le había dicho exactamente eso a la
               secretaria de Estado de Bush, Condoleezza Rice, y exigía la destitución de

               Saakashvili como una condición para la paz.[16] Lavrov también denigró a
               Medvédev  en  una  conversación  con  el  embajador  de  Francia,  mientras  los
               líderes se reunían en el Kremlin para resolver el conflicto.[17] Sarkozy dijo

               que el mundo no aceptaría el derrocamiento de un líder electo, pero eso solo
               enfureció más a Putin.

                    —A Saakashvili lo voy a colgar de los huevos —se enardeció Putin, y
               sobresaltó al líder francés.


                    —¿Colgarlo? —preguntó.

                    —¿Por  qué  no?  —respondió  Putin,  en  tono  petulante—.  Los
               estadounidenses colgaron a Sadam Huseín.






               Lo único que pareció atemperar a Putin fue que Sarkozy le preguntó si quería
               pasar a los anales de la historia con una reputación como la de Bush.[18]


                    Fue temprano a la mañana siguiente, después de que Sarkozy volara a la
               capital de Georgia para sellar el acuerdo con Saakashvili, cuando Medvédev
               anunció un cese del fuego, en el quinto día del conflicto. Apareció solo en el

               Kremlin, adoptando un tono putinesco para declarar que «el agresor ha sido
               castigado». Se le veía pálido y cansado. A pesar del cese del fuego, las fuerzas
               rusas consolidaron  sus  posiciones  en  el  vacío  creado  por  la  derrota  de  los

               georgianos,  mientras  las  milicias  de  Osetia  del  Sur  llevaban  a  cabo  una
               campaña  de  pillaje  y  hurto  en  las  viviendas  de  los  pobladores  georgianos
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