Page 411 - El nuevo zar
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Guríev,  más  adelante.[22]  Los  liberales  aliados  con  Medvédev,  como  el
               ministro de Finanzas Andréi Kudrin, parecían haberse impuesto en el corto
               plazo  y  ninguna  de  las  peores  predicciones  de  colapso  económico  se  hizo
               realidad. No obstante, el esfuerzo tuvo un coste alto. La economía de Rusia se

               contrajo un 8 % en 2009, el peor desempeño entre las veinte economías más
               grandes  del  mundo.  Por  primera  vez,  la  popularidad  de  Putin  cayó

               significativamente, arrastrada por el descontento popular, que por momentos
               se  desbordó  a  las  calles  cuando  los  trabajadores  protestaron  por  salarios
               pendientes de pago.

                    En  sus  ocho  años  como  presidente,  Putin  siempre  había  sido  capaz  de

               desviar las críticas hacia el Gobierno, que estaba encabezado por el primer
               ministro. Ahora que él ocupaba ese puesto, desvió la culpa hacia otro lado. Se
               despachó  contra  lo  que  consideraba  la  causa  externa  de  las  aflicciones  de

               Rusia:  Estados  Unidos.  En  octubre,  dio  el  excepcional  paso  de  visitar  la
               Duma  para  reunirse  con  los  comunistas  como  bloque  de  delegados  por

               primera vez en todos sus años en el poder. El gesto reflejaba su aprensión
               acerca  del  impacto  de  la  crisis  en  los  votantes  —jubilados,  trabajadores  y
               aquellos todavía nostálgicos de la era soviética— que respaldaban al único
               partido  de  oposición  electo  en  funciones.  El  líder  comunista,  Guenadi

               Ziugánov, llamó a un mayor gasto en industrias clave como la agricultura, se
               lamentó de que la producción rusa de cosechadoras y tractores hubiese caído

               por detrás de la de Bielorrusia, y criticó por ineficiente la «política monetaria»
               de  Kudrin  para  controlar  la  circulación  de  rublos.  (También  aprovechó  la
               oportunidad para pedirle a Putin que dejara de asediar a los candidatos de su
               partido  en  las  elecciones  regionales.)  Putin  tenía  poco  interés  en  las

               propuestas comunistas, sin embargo. Ziugánov y su cuadro eran simplemente
               un  complemento  para  que  Putin  enviara  un  mensaje  populista.  Cuando

               Estados Unidos se derrumbó en la Gran Depresión, según observó Ziugánov
               en un discurso extenso y errático, Franklin Delano Roosevelt había enviado a
               «sus mejores consejeros económicos» a la Unión Soviética para aprender una

               o  dos  cosas,  pero  ahora  la  codicia  inescrupulosa  de  los  capitalistas
               estadounidenses  había  llevado  calamidad  al  mundo.  Putin,  con  las  cámaras
               encendidas, se alegraba de coincidir. «Has marcado algo muy cierto al decir

               que la confianza en Estados Unidos como líder del mundo libre y la economía
               de mercado se tambalea, así como la confianza en Wall Street como centro
               mundial —dijo—. Y no se va a recuperar. Coincido con tu parecer en eso. Las
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