Page 82 - El nuevo zar
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Algunos oficiales más jóvenes incluso redactaron una declaración denunciado
el golpe.[45] El teniente coronel Putin, que ahora trabajaba para uno de los
demócratas líderes del país, tenía que elegir un bando.
Poco después de la madrugada del 20 de agosto, Sobchak fue a la fábrica
en expansión Kírov, que producía tanques, tractores y las turbinas utilizadas
en los submarinos nucleares y rompehielos de la Unión Soviética. Esta
fábrica, la más grande de la ciudad, era legendaria en la mitología soviética
por el papel que cumplió durante la Gran Guerra Patriótica, cuando
permaneció abierta durante todo el asedio pese a estar a apenas unos
kilómetros del frente. Sobchak quería llegar antes del turno de la mañana para
conseguir el apoyo de los treinta mil trabajadores de la fábrica. Habló delante
de un auto con un altavoz, después de lo cual los gerentes de la fábrica
ofrecieron permitir a los trabajadores unirse a la concentración que Sobchak
había convocado en la plaza del Palacio. La fábrica, la Policía y la mayoría de
los funcionarios electos de la ciudad ahora desafiaban el golpe de Estado
abiertamente. Miles de trabajadores de Kírov marcharon en columnas por la
avenida Stachek hasta el centro de la ciudad. «Sabían adónde podía conducir
aquello —dijo un maquinista que estaba entre ellos—. Sentían que eran
personas, seres humanos. Habían dejado de tener miedo.»[46]
La multitud que se concentró ese día era la más grande vista en
Leningrado en décadas. Más de ciento treinta mil personas se amontonaban
en la plaza del Palacio y las calles aledañas: ocupaban manzanas enteras.
Fuera del Museo del Hermitage, un cartel decía: «¡No al golpe de Estado!».
En contraste con la tensa atmósfera en Moscú, donde los manifestantes fueron
refrenados por las unidades armadas en la ciudad, la concentración fue
ordenada y pacífica, supervisada por los oficiales de policía y los agentes del
KGB que se suponía debían haber evitado que se produjera. Según el informe
de un periódico, Sobchak incluso había analizado los planes para la
concentración con el jefe local del KGB, Kurkov, con quien acordaron que se
llevaría a cabo con calma.[47] Sobchak habló brevemente, seguido de Dmitri
Lijachév, un venerado lingüista, ecologista e historiador que había
sobrevivido al Gulag y al exilio, que dijo a la multitud que las personas «ya
no pueden ser forzadas a arrodillarse». Esa tarde Sobchak apareció en una
sesión especial del concejo de la ciudad, en el Palacio Mariinski. «La
situación en Leningrado se encuentra completamente bajo el control de los
órganos de poder legítimo», declaró. El golpe de Estado se frustró en