Page 84 - El nuevo zar
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carta, que desapareció en la burocracia, si es que alguna vez llegó ahí.
Tampoco se esforzó por hacer ningún seguimiento del asunto, una
incoherencia que nunca explicó del todo.
Esta vez, en medio del confuso golpe de Estado, le contó a Sobchak
acerca de su decisión de dimitir, dejándole claro a su jefe y mentor que había
decidido tomar partido por él. A pesar de la enorme protesta pública contra el
golpe, la situación en Leningrado quedó sin resolver. Yeltsin, actuando como
presidente de Rusia, emitió un decreto en que nombraba a Shcherbakov
comandante militar del distrito de Leningrado, con lo cual reemplazaba en la
práctica al general Samsónov, quien, de hecho, estaba atendiendo con
discreción las advertencias de Sobchak y permanecía al margen. Putin
organizó la defensa en el Mariinski, distribuyendo pistolas entre los
consejeros de Sobchak, aunque luego alegó haber dejado su propio revólver
del KGB en la caja de seguridad, como había hecho en Dresde. Unos miles de
manifestantes seguían afuera en la plaza, manteniendo una vigilia nerviosa
detrás de barricadas improvisadas que hubiesen servido de poco contra un
ataque militar decidido. Una vez más, se encontró dentro de un edificio
rodeado por una muchedumbre tensa que exigía libertad, solo que en esta
ocasión estaba en el mismo lado de la barricada que la multitud.
Los rumores acerca de una inminente acción militar siguieron dando
vueltas, incluida una declaración a las tres de la mañana en la que se dijo que
se habían desplegado tropas de élite para operaciones especiales desde un
lugar secreto en la ciudad y que estas marcharían por la oficina de Sobchak.
«Pueden liquidarnos en cinco minutos», le dijo Shcherbakov a Sobchak. Por
su seguridad, Sobchak y Putin huyeron, y pasaron la noche en la fábrica
Kírov.
Al amanecer del 21 de agosto, sin embargo, el golpe de Estado se había
venido abajo. Gorbachov había sido liberado de su arresto domiciliario y
estaba regresando a Moscú. Boris Yeltsin, la cara pública de la resistencia, se
convertiría en el líder de la nueva nación rusa que emergió. Sobchak había
liderado la resistencia en Leningrado, y se convirtió en uno de los demócratas
más prominentes de la nación. Fuera de todos sus designios, Vladímir Putin
aterrizó en el lado victorioso del derrumbe de la Unión Soviética. Y, sin
embargo, no compartía la euforia que sentían muchos rusos. Al contrario: era
una experiencia difícil para él. Liudmila y sus amigos describieron el período
como el más complicado de su vida. «De hecho —dijo él—, destrozó mi