Page 83 - El nuevo zar
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Leningrado antes que en otros lugares.

                    Putin llegó de Kaliningrado esa tarde, pero no asistió a la concentración
               en  la  plaza  del  Palacio.  Se  unió  a  Sobchak  en  el  Palacio  Mariinski  y
               permaneció  allí.  Había  visto  al  nuevo  «presidente  interino»  de  la  Unión

               Soviética,  Guenadi  Yanáyev,  dando  una  conferencia  de  prensa  la  noche
               anterior:  repetía  las  mentiras  del  comité  de  emergencia  sobre  la  salud  de
               Gorbachov y prometía poner fin al actual «Período Tumultuoso», aludiendo a

               la ocupación, la guerra y la hambruna que habían seguido a la muerte de Boris
               Godunov a principios del siglo XVII. «Tras haberse embarcado en el camino

               de las reformas profundas y haber avanzado una distancia considerable en esa
               dirección,  la  Unión  Soviética  ha  alcanzado  ahora  un  punto  en  el  que  se
               encuentra ante una honda crisis, cuyo desarrollo ulterior podría poner en duda

               el curso de las reformas mismas, así como conducir a serios cataclismos en la
               vida internacional», dijo Yanáyev, pero, al hacerlo, su voz vaciló y sus manos
               temblaron.  Los  periodistas  presentes  comenzaron  a  formular  preguntas

               inquisitivas: llegaron a reírse de sus respuestas inverosímiles.

                    Putin  dijo  que  supo  entonces  que  el  golpe  estaba  destinado  al  fracaso.
               Pese a su profunda lealtad al KGB, no iba a seguir las órdenes de este comité

               de  emergencia,  ni  siquiera  aunque  él  apoyara  la  intención  subyacente  de
               conservar la unión. El esfuerzo que hicieron por reafirmar el poder soviético
               significó su fin. «Hasta ese momento no entendí realmente la transformación

               que se estaba produciendo en Rusia», recordó en relación con su regreso de
               Alemania Oriental. «Todos los ideales, todos los objetivos que había tenido
               cuando fui a trabajar para el KGB, se desplomaron.» Aun así, alinearse con

               Sobchak representaría una violación a su juramento al cargo. Fue así como,
               tras dieciséis años de servicio para el KGB, redactó su renuncia.

                    Era, según dijo, su segunda dimisión. Dijo que había enviado una carta

               similar un año antes, aunque en circunstancias mucho menos extremas. En la
               agitación política que rodeaba entonces al concejo de la ciudad y, luego, a la
               oficina del alcalde, Putin había debido afrontar insinuaciones respecto de sus

               antecedentes  en  inteligencia:  algunas  personas  esperaban  que  eso  fuera  de
               ayuda, otros amenazaban con exponerlo. En todos los casos, querían algo de
               Putin, y él estaba «simplemente harto y hastiado de ese chantaje descarado».

               [48] Deseaba proteger a Sobchak y su reputación, como le había señalado al
               convertirse  en  su  asesor.  Fue  la  decisión  más  difícil  de  su  vida,  dijo,  pero
               escribió y envió su renuncia. Y luego no pasó nada. Nunca supo nada sobre su
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