Page 76 - Cómo hacer que te pasen cosas buenas: Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida (Spanish Edition)
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Existe gente mala, por supuesto, pero la mayor parte de la gente que te hiere tiene sus
              razones.  A  veces  ni  ellos  mismos  las  conocen,  pero  si  las  buscas,  si  indagas,  puede
              sorprenderte el consuelo que recibes.
                 El sufrimiento en la vida puede ser realmente doloroso y tormentoso, razón por la cual
              hay que luchar para superar ese daño. Cuando uno se queda anclado en un odio, cuando
              uno  no  es  capaz  de  sanar  las  ofensas  o  humillaciones  recibidas,  puede  convertirse  en
              alguien resentido, agrio y neurótico. Para evitar esas consecuencias negativas, incluso en
              los casos en los que quien provocó el trauma no tiene justificación posible, a la víctima le
              conviene «egoístamente» perdonar.



                   El drama y el trauma que a unos aplasta y destruye, a otros los fortifica y
                                regenera, dotándoles de mayor capacidad de amor.



                 Un ingrediente tóxico derivado de lo que estamos hablando es el resentimiento —re-
              sentimiento—:  la  repetición  de  un  sentimiento  —y  de  un  pensamiento—  de  forma
              recurrente y perjudicial. Todas las religiones y sistemas éticos tienen en el perdón uno de
              sus  ejes  básicos.  El  budismo  lo  trata  en  profundidad;  existen  lecciones  magistrales  de
              Buda  sobre  la  necesidad  del  ser  humano  de  perdonar.  En  el  judaísmo,  el  concepto  de
              perdón  es  fundamental,  muy  similar  al  que  poseen  los  cristianos.  Para  expresar  este
              tema, paso a relatar una historia impresionante.
                 ¿Y si no se puede comprender… de ninguna manera?
                 Simon  Wiesenthal  fue  un  judío  austriaco  de  profesión  arquitecto.  Tras  haber  estado
              internado  en  cinco  campos  de  concentración  durante  la  Segunda  Guerra  Mundial,  fue
              liberado de Mauthausen por los americanos en 1944. Una vez recuperado comenzó su
              tarea, más que conocida, de implacable cazanazis por todo el mundo. Consiguió llevar
              ante los tribunales a más de mil nazis.
                 En sus libros, El girasol y Los límites del perdón[9] relata su historia personal y su
              idea ante el gran dilema del perdón.
                 La anécdota que marca sus páginas —¡y su vida!— es la siguiente. Un día, estando en
              un campo de concentración, una enfermera le pidió que la siguiera. Fue llevado a una
              habitación donde un joven de las SS, Karl Seidl, moribundo de veintiún años, le hizo una
              petición peculiar. Había recibido una bala mortal y estaba agonizando. Karl, vendado casi
              totalmente, sin apenas poder hablar, solicitó a la enfermera que le trajera a un judío antes
              de morir porque quería hablar con él. Durante las horas que siguieron, Simon se mantuvo
              al lado del joven quien le iba relatando su vida. Necesitaba expresar quién era, su infancia
              y  cómo  había  acabado  en  las  juventudes  de  las  SS  cometiendo  atrocidades.  Reveló  a
              Simon, mientras le agarraba fuertemente la mano, una de las mayores brutalidades que
              había  realizado  azotando  y  agrediendo  brutalmente  a  familias  judías  hasta  terminar
              quemándolas  en  una  casa  en  Dnipropetrvosk,  actual  Ucrania.  Karl  proseguía  su  relato
              incidiendo en los aspectos que más dolor le provocaban, entre ellos la mirada de un niño




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