Page 82 - Cómo hacer que te pasen cosas buenas: Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida (Spanish Edition)
P. 82
La ansiedad, cuando se asienta, tiene un efecto terrible en el organismo. Cualquiera
que haya padecido un ataque de ansiedad o de pánico experimenta una realidad
pavorosa. Aunque uno sea consciente de que no va a morir de un infarto, en esos
instantes la mente no permite distinguir con claridad. Lo que caracteriza a la ansiedad es
el miedo. Un miedo vago y difuso, en ocasiones sin origen claro, que deriva en angustia y
en bloqueo emocional.
La valentía no es ausencia de miedo, sino capacidad de prosperar y avanzar
pese a este.
La gestión de las emociones es básica para el equilibrio personal. A veces el miedo es
tan intenso que realiza un «golpe de Estado», toma el control de nuestra mente y pasa a
monopolizar nuestro comportamiento. En esos casos la vulnerabilidad de la persona que
lo padece es grande y cualquier estímulo exterior, por pequeño que sea, puede provocar
una reacción desproporcionada que altere química y fisiológicamente el organismo. Es en
ese ecosistema en el que surge la ansiedad, el miedo patológico que nos bloquea e impide
hacer una vida normal.
¿Cómo funciona el cerebro ante el miedo? ¿Qué sucede exactamente en la ansiedad?
El centro del miedo se encuentra en la amígdala cerebral, localización físicamente
pequeña, pero muy relevante en nuestra vida y comportamiento. La amígdala, según
estudios recientes, está activa en la gestante desde el final del embarazo. Tiene una gran
capacidad para almacenar recuerdos emotivos y reacciona dependiendo de las emociones
que surgen. Procesa la información relativa a las emociones y avisa al cerebro y al
organismo del peligro, de que algo no va bien, activando la respuesta o reacción de miedo
o ansiedad. El hipocampo —fundamental en la memoria y el aprendizaje— codifica
sucesos amenazantes o traumáticos en forma de recuerdos.
UN CASO REAL DE MI PROPIA VIDA
Estaba estudiando primero de Medicina. En época de exámenes, muchos
acudíamos a la biblioteca de la Universidad Autónoma en Madrid porque no
cerraba por la noche y había buen ambiente de estudio. Tenía examen de
Física Médica al día siguiente, 13 de junio. Recuerdo la fecha ya que ese día
es mi santo e iba a celebrarlo por la tarde.
Había quedado en la biblioteca con dos amigos que estudiaban Ingeniería
para que me explicaran mejor algunos conceptos que me costaba entender.
Salí en torno a la una menos cuarto de la madrugada de la biblioteca, cogí
el coche y volví al centro de Madrid.
Circulaba por una vía de doble carril, bien iluminada. No iba especialmente
rápido pero, de repente, en una curva vislumbré un coche que se dirigía en
82