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Más allá del aula III: Experiencias y reflexiones docentes
2006, p. 237). Se nos muestran claras, según diferentes teóricos
apologistas de aquellos meta-discursos encargados de encubrir la
barbarie del imperialismo globalizado, la irracionalidad de una
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sociedad unidimencional y la priorización del sujeto por el tener
más que por el ser dentro de un contexto excluyente y despótico.
Pero no es así, lo único claro aquí y ahora, es la situación o estadio
de vulnerabilidad en el que es obligada a sobrevivir la mayoría
oprimida. Dicha situación hace referencia, no solo a la satisfacción
de las necesidades materiales y culturales básicas, sino también a la
constitución histórica de aquellos sentimientos de culpa -que con la
invención de América en 1492 y el origen del “mito de la
modernidad” se han consolidado- ya su vez, se han encargado de
estructurar así, las mentalidades bajo las cuales vive la mayoría
oprimida en toda la “periferia”. Al respecto, McLaren &
Farahmandpur en su libro La enseñanza contra el capitalismo
global y el nuevo imperialismo afirman
El capitalismo se ha intensificado de forma tal que reprime
nuestra habilidad para reconocer el propio proceso de
represión; naturaliza la represión hasta tal punto en que el
actual horror económico ha llegado a ser visto como parte de
la trama diaria de las cosas que hemos llegado a nombrar
despreocupados “el ajetreo cotidiano” […] Mientras que el
capitalismo busca su ventaja global, millones de trabajadores
del mundo permanecen cautivos de los sueños de riqueza
alimentados por la testosterona y el poder a medida que son
obligados a hipotecar sus vidas en la búsqueda inútil por lo
que se ha vuelto, con seguridad una paradoja gastada: “la
democracia capitalista”. (2006, p. 234)
5 Esto hace referencia a una sociedad cuantitativa cuyas metas se resumen
al consumo y a la falsación de las necesidades de los sujetos inmersos en
ella, a un hombre unidimensional el cual teme por su propia liberación ya
que ha introyectado y se ha identificado miméticamente con lo “exterior”
como algo propio. Es decir, es una sociedad que encubre la irracionalidad
de la “racionalidad tecnológica” bajo la que se fundamente ya su vez, a
aquellas instituciones establecidas que la salvaguardan. Véase: El hombre
unidimensional, Herbert Marcuse. Obras maestras, 1985.
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