Page 360 - El Señor de los Anillos
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y humearon en el suelo. Boromir se arrojó otra vez contra la puerta y la cerró
      con violencia.
        —¡Un tanto para la Comarca! —gritó Aragorn—. ¡La mordedura del hobbit
      es profunda! ¡Tienes una buena hoja, Frodo hijo de Drogo!
        Un golpe resonó en la puerta y luego otro y otro. Los orcos atacaban ahora
      con martillos y arietes. Al fin la puerta crujió y se tambaleó hacia atrás y de
      pronto la abertura se ensanchó. Las flechas entraron silbando, pero golpeaban la
      pared  del  norte  y  caían  al  suelo.  Un  cuerno  llamó  en  seguida  y  unos  pies
      corrieron y los orcos entraron saltando en la cámara. Cuántos eran, la Compañía
      no pudo saberlo. En un principio los orcos atacaron decididamente, pero el furor
      de la defensa los desanimó muy pronto. Legolas les atravesó la garganta a dos de
      ellos. Gimli le cortó las piernas a otro que se había subido a la tumba de Balin.
      Boromir y Aragorn mataron a muchos. Cuando ya habían caído trece, el resto
      huyó chillando, dejando a los defensores indemnes, excepto Sam que tenía un
      rasguño a lo largo del cuero cabelludo. Un rápido movimiento lo había salvado y
      había  matado  al  orco:  un  golpe  certero  con  la  espada  tumularia.  En  los  ojos
      castaños le ardía un fuego de brasas que habría hecho retroceder a Ted Arenas, si
      lo hubiera visto.
        —¡Ahora  es  el  momento!  —gritó  Gandalf—.  ¡Vamos,  antes  que  el  troll
      vuelva!
        Pero mientras aún retrocedían y antes que Pippin y Merry hubieran llegado a
      la escalera exterior, un enorme jefe orco, casi de la altura de un hombre, vestido
      con malla negra de la cabeza a los pies, entró de un salto en la cámara; lo seguían
      otros, que se apretaron en la puerta. La cara ancha y chata era morena, los ojos
      como carbones, la lengua roja; esgrimía una lanza larga. Con un golpe de escudo
      desvió la espada de Boromir y lo hizo retroceder, tirándolo al suelo. Eludiendo la
      espada de Aragorn con la rapidez de una serpiente, cargó contra la Compañía,
      apuntando a Frodo con la lanza. El golpe alcanzó a Frodo en el lado derecho y lo
      arrojó contra la pared. Sam con un grito quebró de un hachazo el extremo de la
      lanza. Aún estaba el orco dejando caer el asta y sacando la cimitarra, cuando
      Andúril le cayó sobre el yelmo. Hubo un estallido, como una llama, y el yelmo
      se abrió en dos. El orco cayó, la cabeza hendida. Los que venían detrás huyeron
      dando gritos y Aragorn y Boromir acometieron contra ellos.
        Bum, bum continuaban los tambores allá abajo.
        —¡Ahora! —gritó Gandalf—. Es nuestra última posibilidad. ¡Corramos!
      Aragorn  recogió  a  Frodo,  que  yacía  junto  a  la  pared,  y  se  precipitó  hacia  la
      escalera, empujando delante de él a Merry y a Pippin. Los otros los siguieron;
      pero  Gimli  tuvo  que  ser  arrastrado  por  Legolas;  a  pesar  del  peligro  se  había
      detenido cabizbajo junto a la tumba de Balin. Boromir tiró de la puerta este y los
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