Page 222 - El Hobbit
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habilidosos; y esta gente trabajó talando árboles y recolectando la madera que
bajaba desde el Bosque. Luego levantaron muchas cabañas a orillas del lago,
contra el invierno inminente, y dirigidos también por el gobernador comenzaron
a trazar una nueva ciudad, aún más hermosa y grande que antes, aunque no en el
mismo sitio. Se mudaron al norte, a una costa elevada; pues siempre recelarían
del agua donde estaba el dragón. Nunca volvería otra vez al lecho dorado; ahora
yacía estirado, frío como la piedra, retorcido en el suelo de los bajíos. Allí,
durante largos años, pudieron verse en los días tranquilos los huesos enormes
entre los pilotes arruinados de la vieja ciudad. Pero pocos se atrevían a cruzar ese
sitio maldito, y menos aún a zambullirse en el agua escalofriante o a recuperar
las piedras preciosas que le caían de la carcasa putrefacta.
Pero todos los hombres de armas que aún podían tenerse en pie, y la mayor
parte de la fuerza del Rey Elfo, se dispusieron a marchar al norte, a la Montaña.
Y así fue que en el undécimo día después de la destrucción de la ciudad, la
vanguardia de estos ejércitos cruzó las puertas de piedra en el extremo del lago y
entró en las tierras desoladas.