Page 224 - El Hobbit
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—¡Si al menos fuese un cuervo! —dijo Balin.
—¡Pensé que no te gustaban! Parecías recelar de ellos cuando vinimos por
aquí la última vez.
—¡Aquéllos eran grajos! Criaturas desagradables de aspecto sospechoso,
además de groseras. Tendrías que haber oído los horribles nombres con que nos
iban llamando. Pero los cuervos son diferentes. Hubo una gran amistad entre
ellos y la gente de Thror; a menudo nos traían noticias secretas y los
recompensábamos con cosas brillantes que ellos escondían en sus moradas.
» Vivían muchos años, y tenían una memoria larga, y esta sabiduría pasaba
de padres a hijos. Conocí a muchos de los cuervos de las rocas cuando era
muchacho. Esta misma altura se llamó una vez Colina del Cuervo, pues una
pareja sabia y famosa, el viejo Carc y su compañera, vivían aquí sobre el cuarto
del guardia. Pero no creo que nadie de ese viejo linaje esté ahora en estos sitios.
Aún no había terminado de hablar, cuando el viejo zorzal dio un grito, y
enseguida se fue volando.
—Quizá nosotros no lo entendamos, pero ese viejo pájaro nos entiende a
nosotros, estoy seguro —dijo Balin—. Observemos y veamos qué pasa ahora.
Pronto hubo un batir de alas, y de vuelta apareció el zorzal; y con él vino otro
pájaro muy viejo y decrépito. Era un cuervo enorme y centenario, casi ciego y
de cabeza desplumada, que apenas podía volar. Se posó rígido en el suelo ante
ellos, sacudió lentamente las alas, y saludó a Thorin bamboleando la cabeza.
—Oh Thorin hijo de Thrain, y Balin hijo de Fundin —graznó (y Bilbo lo
entendió, pues el cuervo hablaba la lengua ordinaria y no la de los pájaros)—. Yo
soy Roäc hijo de Carc. Carc ha muerto, pero en un tiempo lo conocías bien. Dejé
el cascarón hace ciento cincuenta y tres años, pero no olvido lo que mi padre me
dijo. Ahora soy el jefe de los grandes cuervos de la Montaña. Somos pocos, pero
aún recordamos al rey de antaño. La mayor parte de mi gente está lejos, pues
hay grandes noticias en el Sur… algunas serán buenas nuevas para vosotros, y
algunas no os parecerán tan buenas. ¡Mirad! Los pájaros se reúnen otra vez en la
Montaña y en Valle desde el sur, el este y el oeste, ¡pues se ha corrido la voz de
que Smaug ha muerto!
—¡Muerto! ¡Muerto! —exclamaron los enanos—. ¡Muerto! Hemos estado
atemorizados sin motivo entonces, ¡y el tesoro es nuestro otra vez! —todos se
pusieron en pie de un salto y vitorearon con los gorros en la mano.
—Sí, muerto —dijo Roäc—. El zorzal, que nunca se le caigan las plumas, lo
vio morir, y podemos confiar en lo que dice. Lo vio caer mientras luchaba con
los hombres de Esgaroth, hará hoy tres noches, a la salida de la luna.
Pasó algún tiempo antes de que Thorin pudiese calmar a los enanos y
escuchar las nuevas del cuervo. Por fin, el pájaro acabó el relato de la batalla, y
prosiguió: —Hay mucho de que alegrarse, Thorin Escudo de Roble. Puedes
volver seguro a tus salones; todo el tesoro es tuyo, por el momento. Pero muchos