Page 226 - El Hobbit
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todas  las  demás  entradas  (excepto,  claro,  la  pequeña  puerta  secreta)  hacía
      mucho  que  habían  sido  destruidas  y  bloqueadas  por  Smaug,  y  no  quedaba  ni
      rastro de ellas. De modo que se pusieron a trabajar duro en las fortificaciones de
      la  entrada  principal,  y  en  abrir  un  nuevo  sendero  que  llevase  hasta  ella.
      Encontraron  muchas  de  las  herramientas  de  los  mineros,  canteros  y
      constructores de antaño, y en tales trabajos los enanos eran aún habilidosos.
        Entre tanto, los cuervos no dejaban de traer noticias. De esta manera supieron
      que el Rey Elfo marchaba ahora hacia el Lago, y tenían unos días de respiro.
      Mejor  aún,  oyeron  que  tres  de  los  poneys  habían  huido  y  se  encontraban
      vagando salvajes allá abajo, en la ribera del Río Rápido, no lejos del resto de las
      provisiones. Así, mientras los otros continuaban trabajando, enviaron a Fili y Kili,
      guiados por un cuervo, a buscar los poneys y traer todo lo que pudieran.
        Estuvieron cuatro días fuera, y supieron entonces que los ejércitos unidos de
      los  Hombres  del  Lago  y  los  Elfos  corrían  hacia  la  Montaña.  Pero  ahora  los
      enanos estaban más esperanzados, pues tenían comida para varias semanas, si se
      cuidaban  —sobre  todo  cram,  por  supuesto,  y  muy  cansados  estaban  de  ese
      alimento, pero mejor es cram que nada—, y ya la Puerta estaba bloqueada con
      un  parapeto  alto  y  ancho,  de  piedras  regulares,  puestas  una  sobre  otra.  Había
      agujeros  en  el  parapeto  por  los  que  se  podía  mirar  (o  disparar),  pero  ninguna
      entrada. Entraban y salían con la ayuda de una escalera de mano, y subían con
      cuerdas las cosas. Para la salida del arroyo habían dispuesto un arco pequeño y
      bajo en el nuevo parapeto; pero cerca de la entrada habían cambiado tanto el
      lecho  angosto  que  toda  una  laguna  se  extendía  ahora  desde  la  pared  de  la
      montaña  hasta  el  principio  de  la  cascada  que  llevaba  el  arroyo  hacia  Valle.
      Aproximarse a la Puerta sólo era posible a nado, o escurriéndose a lo largo de
      una repisa angosta que corría a la derecha del risco, mirando desde la entrada.
      Habían traído los poneys hasta el principio de las escaleras sobre el puente viejo,
      y luego de descargarlos los habían mandado de vuelta a sus dueños, enviándolos
      sin jinetes al Sur.
      Llegó una noche en la que de pronto aparecieron muchas luces, como de fuego y
      antorchas, lejos hacia el sur en Valle.
        —¡Han llegado! —anunció Balin—. Y el campamento es grande de veras.
      Tienen que haber entrado en el valle a lo largo de las riberas del río, ocultándose
      en el crepúsculo.
        Poco  durmieron  esa  noche  los  enanos.  La  mañana  era  pálida  aun  cuando
      vieron que se aproximaba una compañía. Desde detrás del parapeto observaron
      cómo subían hasta la cabeza del valle y trepaban lentamente. Pronto pudieron
      ver  que  entre  ellos  venían  hombres  del  lago  armados  como  para  la  guerra  y
      arqueros elfos. Por fin, la vanguardia escaló las rocas caídas y apareció en lo alto
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