Page 229 - El Hobbit
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¡marchad de prisa en el desierto!
        Hoy llamamos en montañas heladas:
        ¡regresad a las viejas cavernas!
        Aquí a las Puertas el rey espera,
        las manos colmadas de oro y gemas.
        ¡Bajo la Montaña tenebrosa y alta,
        el rey ha regresado al palacio!
        ¡El Gusano Terrible ha caído y ha muerto,
        y así una vez y otra caerá el adversario!
        Esta canción pareció apaciguar a Thorin, que sonrió de nuevo y se mostró
      más alegre; y se puso a estimar la distancia que los separaba de las Colinas de
      Hierro y cuánto tiempo pasaría antes de que Dain pudiese llegar a la Montaña
      Solitaria,  si  se  había  puesto  en  camino  tan  pronto  como  recibiera  el  mensaje.
      Pero el ánimo de Bilbo decayó, tanto por la canción como por la charla: sonaban
      demasiado belicosas.
      A  la  mañana  siguiente,  temprano,  una  compañía  de  lanceros  cruzó  el  río  y
      marchó valle arriba. Llevaban con ellos el estandarte verde del Rey Elfo y el
      azul del Lago y avanzaron hasta que estuvieron justo delante del parapeto de la
      Puerta. De nuevo Thorin les habló en voz alta:
        —¿Quiénes sois que llegáis armados para la guerra a las puertas de Thorin
      hijo de Thrain, Rey bajo la Montaña? —Esta vez le respondieron.
        Un hombre alto de cabellos oscuros y cara ceñuda se adelantó y gritó: —
      ¡Salud, Thorin! ¿Por qué te encierras como un ladrón en la guarida? Nosotros no
      somos  enemigos  y  nos  alegramos  de  que  estés  con  vida,  más  allá  de  nuestra
      esperanza. Vinimos suponiendo que no habría aquí nadie vivo, pero ahora que nos
      hemos encontrado hay razones para hablar y parlamentar.
        —¿Quién eres tú y de qué quieres hablar?
        —Soy Bardo y por mi mano murió el dragón y fue liberado el tesoro. ¿No te
      importa? Más aún, soy, por derecho de descendencia, el heredero de Girion de
      Valle, y en tu botín está mezclada mucha de la riqueza de los salones y villas de
      Valle, que el viejo Smaug robó. ¿No es asunto del que podamos hablar? Además,
      en su última batalla Smaug destruyó las moradas de los Hombres de Esgaroth y
      yo  soy  aún  siervo  del  gobernador.  Por  él  hablaré,  y  pregunto  si  no  has
      considerado la tristeza y la miseria de ese pueblo. Te ayudaron en tus penas, y en
      recompensa no has traído más que ruina; aunque sin duda involuntaria.
        Bien, éstas eran palabras hermosas y verdaderas, aunque dichas con orgullo
      y  expresión  ceñuda;  y  Bilbo  pensó  que  Thorin  reconocería  enseguida  cuánta
      justicia había en ellas. Por supuesto, no esperaba que nadie recordara que había
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