Page 221 - El Hobbit
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la ciudad, y ordenando los preparativos para protegerlas y alojarlas.
Probablemente muchos habrían muerto en el invierno, que ya se precipitaba
detrás del otoño, si no hubiesen contado con ayuda. Pero el socorro llegó muy
pronto, pues Bardo envió enseguida unos rápidos mensajeros río arriba hacia el
Bosque para pedir ayuda al Rey de los Elfos, y estos mensajeros encontraron un
ejército ya en marcha, aunque sólo habían pasado tres días desde la caída de
Smaug.
El Rey Elfo se había enterado de las buenas nuevas por sus propios
mensajeros y por los pájaros que eran amigos de los elfos, y ya sabía mucho de
lo que había ocurrido. Muy grande, en verdad, fue la conmoción entre las
criaturas aladas que moraban en los límites de la Desolación del Dragón. Las
bandadas que volaban en círculos oscurecían el aire, y los mensajeros veloces
iban de aquí para allá cruzando el cielo. Sobre los límites del bosque hubo silbidos,
gritos y piares. Lejos y más allá del Bosque Negro se extendieron las noticias:
« ¡Ha muerto Smaug!» . Las hojas susurraron y unas orejas sorprendidas se
enderezaron atentas. Aún antes que el Rey Elfo empezara a cabalgar, las noticias
habían llegado al oeste, a los pinares de las Montañas Nubladas; Beorn las había
oído en la casa del bosque; y los trasgos se reunieron en conciliábulos dentro de
las cuevas.
—Eso será lo último que oigamos de Thorin Escudo de Roble, me temo —
dijo el rey—. Habría sido mejor que hubiese quedado aquí como invitado mío.
Sin embargo —añadió—, mal viento es el que a nadie lleva nuevas —porque
tampoco él había olvidado la leyenda de la riqueza de Thror. Así fue que los
mensajeros de Bardo lo encontraron en marcha, con muchos arqueros y
lanceros; y los grajos se apiñaban en bandadas sobre él, pues pensaban que la
guerra volvía a despertar, una guerra como no había habido otra en aquellos
parajes desde hacía mucho tiempo.
Pero el rey, cuando recibió el pedido de Bardo, sintió piedad, pues era señor
de gente amable y buena; de modo que dando media vuelta (hasta ahora había
marchado directamente hacia la Montaña), se apresuró río abajo hacia el Lago
Largo. No tenía botes o almadías suficientes para su ejército, y se vieron
obligados a ir a pie por el camino más lento; pero antes envió aguas abajo
grandes reservas de provisiones. Los elfos todavía mantenían los pies ligeros, y a
pesar de que no estaban acostumbrados a los pantanos y las tierras traidoras entre
el Lago y el Bosque, avanzaron deprisa. Sólo cinco días después de la muerte del
dragón, llegaron a orillas del lago y contemplaron las ruinas de la ciudad. Grande
fue la bienvenida, como podía esperarse, y los hombres y el gobernador estaban
dispuestos a convenir cualquier clase de pacto, como respuesta a la ayuda del
Rey Elfo.
Pronto se ultimaron los planes. Junto con las mujeres y los niños, los viejos y
los lisiados, quedó el gobernador, y también algunos artesanos y unos elfos