Page 219 - El Hobbit
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empujaba hacia el oeste dispersándola en jirones deshilachados sobre las
ciénagas del Bosque Negro. Entonces pudieron verse muchos botes, como puntos
oscuros en la superficie del lago, y junto con el viento llegaron las voces de las
gentes de Esgaroth, que lloraban la ciudad y los bienes perdidos, y las casas
arruinadas. Pero, en verdad tenían mucho que agradecer, si lo hubieran pensado
entonces, aunque no era el momento más apropiado. Al menos tres cuartas
partes de las gentes de la ciudad habían escapado vivas; los bosques, pastos,
campos y ganado y la mayoría de los botes seguían intactos, y el dragón estaba
muerto. De lo que todo esto significaba, aún no se habían dado mucha cuenta.
Se reunieron en tristes muchedumbres en las orillas occidentales, temblando
por el viento helado, y los primeros lamentos e iras fueron contra el gobernador,
que había abandonado la ciudad tan pronto, cuando aún algunos querían
defenderla.
—¡Puede tener buena maña para los negocios, en especial para sus propios
negocios —murmuraron algunos—, pero no sirve cuando pasa algo serio! —y
alababan el valor de Bardo y aquel último tiro poderoso—. Si no hubiese muerto
—decían todos—, le habríamos hecho rey. ¡Bardo el-que-mató-al-Dragón, de la
línea de Girion! ¡Ay, que se haya perdido!
Y en medio de esta charla, una figura alta se adelantó de entre las sombras.
Estaba empapado en agua, el pelo negro le colgaba en mechones húmedos sobre
la cara y los hombros, y una luz fiera le brillaba en los ojos.
—¡Bardo no se ha perdido! —gritó—. Saltó al agua desde Esgaroth cuando el
enemigo fue derribado. ¡Soy Bardo de la línea de Girion; soy el matador del
dragón!
—¡Rey Bardo! ¡Rey Bardo! —gritaban todos, mientras el gobernador
apretaba los dientes castañeteantes.
—Girion fue el Señor de Valle, pero no rey de Esgaroth —dijo—. En la
Ciudad del Lago hemos elegido siempre los gobernadores entre los ancianos y los
sabios, y no hemos soportado nunca el gobierno de los meros hombres de armas.
Que el « Rey Bardo» vuelva a su propio reinado. Valle ha sido liberada por el
valor de este hombre, y nada impide que regrese. Y aquel que lo desee puede ir
con él, si prefiere las piedras frías bajo la sombra de la Montaña a las orillas
verdes del lago. Los sabios se quedarán aquí con la esperanza de reconstruir
Esgaroth y un día disfrutar otra vez de paz y riquezas.
—¡Tendremos un Rey Bardo! —replicó la gente cercana—. ¡Ya hemos
tenido bastantes hombres viejos y contadores de dinero! —y la gente que estaba
lejos se puso a gritar: —¡Viva el Arquero y mueran los Monederos! —hasta que
el clamor levantó ecos en la orilla.
—Soy el último hombre en negar valor a Bardo el Arquero —dijo el
gobernador débilmente, pues Bardo estaba pegado a él—. Esta noche ha ganado
un puesto eminente en el registro de benefactores de la ciudad; y es merecedor