Page 59 - El Hobbit
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¡Machaca, machaca, a los subterráneos!
¡Jo, jo, muchacho!
¡Lacera apachurra! ¡Chasquea los látigos!
¡Aúlla y solloza! ¡Sacude, aporrea!
¡Trabaja trabaja! ¡A huir no te atrevas,
mientras los trasgos beben y carcajean!
¡Rodando, rodando, por el subterráneo!
¡Abajo, muchacho!
El canto era realmente terrorífico, las paredes resonaban con el ¡azota volea!
y con el ¡estruja revienta! y con la inquietante carcajada de los ¡jo, jo,
muchacho! El significado de la canción era demasiado evidente; pues ahora los
trasgos sacaron los látigos y los azotaron con gritos de ¡lacera, apachurra!
haciéndolos correr delante tan rápido como les era posible; y más de uno de los
enanos estaba ya desgañitándose con aullidos incomparables, cuando entraron
todos a los trompicones en una enorme caverna.
Estaba iluminada por una gran hoguera roja en el centro y por antorchas a lo
largo de las paredes, y había allí muchos trasgos. Todos se reían, pateaban y
batían palmas, cuando los enanos (con el pobrecito Bilbo detrás y más al alcance
de los látigos) llegaron corriendo, mientras los trasgos que los arreaban daban
gritos y chasqueaban los látigos. Los poneys estaban ya agrupados en un rincón;
y allí tirados estaban todos los sacos y paquetes, rotos y abiertos, revueltos por
trasgos, y olidos por trasgos, y manoseados por trasgos, y disputados por trasgos.
Me temo que fue lo último que vieron de aquellos excelentes poneys,
incluyendo un magnífico ejemplar blanco, pequeño y vigoroso, que Elrond había
prestado a Gandalf, ya que el caballo no era apropiado para los senderos de la
montaña. Porque los trasgos comen caballos y poneys y burros (y otras cosas
mucho más espantosas), y siempre tienen hambre. Sin embargo, los prisioneros
sólo pensaban ahora en sí mismos. Los trasgos les encadenaron las manos a la
espalda y los unieron a todos en línea, y los arrastraron hasta el rincón más
lejano de la caverna con el pequeño Bilbo remolcado al extremo de la hilera.
Allá, entre las sombras, sobre una gran piedra lisa, estaba sentado un trasgo
terrible de cabeza enorme, y unos trasgos armados permanecían de pie
alrededor blandiendo las hachas y las espadas curvas que ellos usan. Ahora bien,
los trasgos son crueles, malvados y de mal corazón. No hacen nada bonito, pero
sí muchas cosas ingeniosas. Pueden excavar, túneles y minas tan bien como
cualquier enano no demasiado diestro, cuando se toman la molestia, aunque
comúnmente son desaseados y sucios. Martillos, hachas, espadas, puñales, picos
y pinzas, y también instrumentos de tortura, los hacen muy bien, o consiguen que
otra gente los haga, prisioneros o esclavos obligados a trabajar hasta que mueren
por falta de aire y luz. Es probable que ellos hayan inventado algunas de las