Page 60 - El Hobbit
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máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos
aparatos que matan enormes cantidades de gente de una vez, pues las ruedas y
los motores y las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar
con sus propias manos más de lo indispensable; pero en aquellos días, y en
aquellos parajes agrestes, no habían ido (como se dice) todavía tan lejos. No
odiaban especialmente a los enanos, no más de lo que odiaban a todos y todo, y
particularmente lo metódico y próspero; en ciertos lugares unos enanos malvados
han llegado a pactar con ellos. Pero tenían particular aversión por la gente de
Thorin a causa de la guerra que habéis oído mencionar, pero que no viene a
cuento en esta historia; y de todos modos a los trasgos no les preocupa a quién
capturan, en tanto puedan dar el golpe en secreto y de un modo ingenioso, y los
prisioneros no sean capaces de defenderse.
—¿Quiénes son esas miserables personas? —dijo el Gran Trasgo.
—¡Enanos, y esto! —dijo uno de los captores, tirando de la cadena de Bilbo
de tal modo que el hobbit cayó delante de rodillas—. Los encontramos refugiados
en nuestro Porche Principal.
—¿Qué pretendíais? —dijo el Gran Trasgo volviéndose hacia Thorin—.
¡Nada bueno, podría asegurarlo! ¡Espiar los asuntos privados de mis gentes,
supongo! ¡Ladrones, no me sorprendería saber que lo sois! ¡Asesinos y amigos
de los elfos, sin duda alguna! ¡Ven! ¿Qué tienes que decir?
—¡Thorin el enano, a vuestro servicio! —replicó Thorin: una mera nadería
cortés—. De las cosas que sospechas e imaginas no tenemos la menor idea. Nos
resguardamos de una tormenta en lo que parecía una cueva cómoda y no usada;
nada más lejos de nuestro pensamiento que molestar de algún modo a los trasgos.
—¡Esto era bastante cierto!
—¡Hum! —gruñó el Gran Trasgo—. ¡Eso es lo que dices! ¿Podría
preguntarte qué hacíais allá arriba en las montañas, y de dónde venís y adónde
vais? En realidad me gustaría saber todo sobre vosotros. No digo que pueda
serviros de algo, Thorin Escudo de Roble, ya sé demasiado de tu gente; pero
conozcamos de una vez la verdad. ¡De lo contrario prepararé para vosotros algo
particularmente incómodo!
—Íbamos de viaje a visitar a nuestros parientes, nuestros sobrinos y sobrinas,
y primeros, segundos y terceros primos, y otros descendientes de nuestros
abuelos, que viven del lado oriental de estas realmente hospitalarias montañas —
respondió Thorin, no sabiendo muy bien qué decir así de repente, pues era obvio
que la verdad exacta no vendría a cuento.
—¡Es un mentiroso, oh tú en verdad el Terrible! —dijo uno de los captores—.
Varios de los nuestros fueron fulminados por un rayo en la cueva cuando
invitamos a estas criaturas a que bajaran, y están tan muertos como piedras.
¡Tampoco nos ha explicado esto! —sostuvo en alto la espada que Thorin había
llevado, la espada que procedía del cubil de los trolls.