Page 73 - El Hobbit
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que ya era momento de preguntar algo horrible y difícil. Esto fue lo que dijo:
        Devora todas las cosas:
        aves, bestias, plantas y flores;
        roe el hierro, muerde el acero,
        y pulveriza la peña compacta;
        mata reyes, arruina ciudades
        y derriba las altas montañas.
        El pobre Bilbo sentado en la oscuridad pensó en todos los horribles nombres
      de gigantes y ogros que alguna vez había oído en los cuentos, pero ninguno hacía
      todas esas cosas. Tenía el presentimiento de que la respuesta era muy diferente y
      que la sabía de algún modo, pero no era capaz de ponerse a pensar. Empezó a
      sentir miedo, y esto es malo para pensar. Gollum salió entonces del bote. Saltó al
      agua y avanzó hacia la orilla. Bilbo alcanzaba a ver los ojos que se acercaban. La
      lengua parecía habérsele pegado al paladar; quería gritar: ¡Dame tiempo! Pero
      todo lo que salió en un súbito chillido fue:
                   —¡Tiempo! ¡Tiempo!
        Bilbo se salvó por pura suerte. Pues naturalmente ésta era la respuesta.
        Gollum quedó otra vez desilusionado; ahora estaba enojándose y cansándose
      del juego. Le había dado mucha hambre en verdad, y no volvió al bote. Se sentó
      en la oscuridad junto a Bilbo. Esto incomodó todavía más al hobbit y le nubló el
      ingenio.
        —Ahora él tiene que hacernos una pregunta, preciosso mío, sí, ssí, ssí. Una
      pregunta máss para acertar, sí, ssí —dijo Gollum.
        Pero  Bilbo  no  podía  pensar  en  ningún  acertijo  con  aquella  cosa
      asquerosamente fría y húmeda al lado, sobándolo y empujándolo. Se rascaba, se
      pellizcaba; y seguía sin poder pensar.
        —¡Pregúntenos! ¡Pregúntenos! —decía Gollum.
        Bilbo se pellizcaba y se palmoteaba; aferró la espada con una mano y tanteó
      el bolsillo con la otra. Allí encontró el anillo que había recogido en el túnel, y que
      había olvidado.
        —¿Qué tengo en el bolsillo? —dijo, en voz alta; hablaba consigo mismo, pero
      Gollum creyó que era un acertijo y se sintió terriblemente desconcertado.
        —¡No vale! ¡No vale! —siseó—. ¿No es cierto que no vale, preciosso mío,
      preguntarnos qué tiene en los asquerosos bolsillitos?
        Bilbo, viendo lo que había pasado y no teniendo nada mejor que decir, repitió
      la pregunta en voz más alta:
        —¿Qué hay en mis bolsillos?
        —Sss —siseó Gollum—. Tiene que darnos tres oportunidades, preciosso mío,
      tress oportunidadess.
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