Page 78 - El Hobbit
P. 78

ver por el pálido reflejo de luz en las paredes.
        —¡Mi regalo de cumpleaños! ¡Maldito! ¿Cómo lo perdimos, preciosso mío?
      Sí,  eso  es.  ¡Maldito  sea!  Cuando  vinimos  por  aquí  la  última  vez,  cuando
      estrujamos  a  aquel  asqueroso  jovencito  chillón.  Eso  es.  ¡Maldito  sea!  Se  nos
      cayó, ¡después de tantos siglos y siglos! No está, ¡gollum!
        De  pronto  Gollum  se  sentó  y  se  puso  a  sollozar,  con  un  ruido  silbante  y
      gorgoteante, horrible al oído. Bilbo se detuvo, pegándose a la pared de la galería.
      Pasado un rato, Gollum dejó de lloriquear. Parecía tener una discusión consigo
      mismo.
        —No vale la pena volver a buscarlo, no. No recordamos todos los lugares que
      hemos  visitado.  Y  no  serviría  de  nada.  El  Bolsón  lo  tiene  en  sus  bolsilloss;  el
      asqueroso fisgón lo ha encontrado, lo decimos nosotros.
        » Lo  suponemos,  preciosso,  sólo  lo  suponemos.  No  podemos  estar  seguros
      hasta encontrar a la asquerosa criatura y estrujarla. Pero no conoce las virtudes
      que tiene, ¿verdad? Sólo lo guarda en los bolsillos. No lo sabe y no puede ir muy
      lejos. Se ha perdido el puerco fissgón. No conoce la salida. Eso fue lo que dijo.
      Así dijo, sí, pero es un tramposo. ¡No dice lo que piensa! No dirá lo que tiene en
      los  bolsillos.  Lo  sabe.  Conoce  el  camino  de  entrada;  tiene  que  conocer  el  de
      salida. Está más allá de la puerta trasera. Hacia la puerta trasera, eso es.
        » Los trasgos lo capturarán entonces. No puede salir por ahí, preciosso.
        » Sss,  sss,  ¡gollum!  ¡Trasgoss!  Sí,  pero  si  tiene  el  regalo,  nuestro  regalo  de
      cumpleaños, entonces los trasgos lo tomarán, ¡gollum! Descubrirán, descubrirán
      sus propiedades. ¡Nunca más estaremos seguros, gollum! Uno de los trasgos se lo
      pondrá y no lo verá nadie. Estará allí, pero nadie podrá verlo. Ni siquiera nuestros
      más agudos ojoss, y se acercará escurriéndose y engañando y nos capturará,
      ¡gollum! ¡gollum!
        » ¡Dejemos la charla, preciosso, y vayamos de prisa! Si el Bolsón se ha ido
      por ahí, tenemos que apresurarnos y verlo. ¡Vamos! No puede estar muy lejos.
      ¡De prisa!
        Gollum  se  levantó  de  un  brinco  y  se  alejó  bamboleándose,  a  grandes
      zancadas. Bilbo corrió tras él, todavía cauteloso, aunque ahora lo que más temía
      era tropezar de nuevo y caer haciendo ruido. Tenía en la cabeza un torbellino de
      asombro y esperanza. Parecía que el anillo que llevaba era un anillo mágico: ¡te
      hacía invisible! Había oído de tales cosas, por supuesto, en antiguos relatos; pero
      le  costaba  creer  que  en  realidad  él,  por  accidente,  había  encontrado  uno.  Sin
      embargo, así era: Gollum había pasado de largo sólo a una yarda.
        Siguieron  adelante,  Gollum  avanzando  a  los  trompicones,  siseando  y
      maldiciendo; Bilbo detrás, tan silenciosamente como puede marchar un hobbit.
      Pronto llegaron a unos lugares donde, como había notado Bilbo al bajar, se abrían
      pasadizos a los lados, uno acá, otro allá. Gollum comenzó enseguida a contarlos.
        —Uno a la izquierda, sí. Uno a la derecha, sí. Dos a la derecha, sí, sí; dos a la
   73   74   75   76   77   78   79   80   81   82   83