Page 81 - El Hobbit
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Lo vieron antes que él pudiese verlos. Sí, lo vieron. Fuese un accidente o el
      último truco del anillo antes de tomar nuevo amo, no lo tenía en el dedo. Con
      aullidos de entusiasmo, los trasgos se abalanzaron sobre él.
        Una punzada de miedo y pérdida, como un eco de la miseria de Gollum, hirió
      a Bilbo, y olvidando desenvainar la espada, metió las manos en los bolsillos. Y allí
      en el bolsillo izquierdo estaba el anillo, y él mismo se le deslizó en el dedo índice.
      Los  trasgos  se  detuvieron  bruscamente.  No  podían  ver  nada  del  hobbit.  Había
      desaparecido.  Chillaron  dos  veces,  tan  alto  como  antes,  pero  no  con  tanto
      entusiasmo.
        —¿Dónde está? —gritaron.
        —¡Se volvió pasadizo arriba! —dijeron algunos.
        —¡Fue por aquí! —aullaron unos—. ¡Fue por allá! —aullaron otros.
        —¡Cuidad la puerta! —ordenó el capitán.
        Sonaron silbatos, las armaduras se entrechocaron, las espadas golpetearon, los
      trasgos maldijeron y juraron, corriendo acá y acullá, cayendo unos sobre otros y
      enojándose mucho. Hubo un terrible clamoreo, una conmoción y un alboroto.
        Bilbo  estaba  de  veras  aterrorizado,  pero  tenía  aún  bastante  juicio  para
      entender qué había ocurrido, y para esconderse detrás de un barril que guardaba
      la bebida de los trasgos centinelas, y salir así del apuro y evitar que lo golpearan
      y patearan hasta darle muerte, o que lo capturasen por el tacto.
        —¡He de alcanzar la puerta, he de alcanzar la puerta! —seguía diciéndose,
      pero pasó largo rato antes de que se atreviera a intentarlo.
        Lo que siguió entonces fue horrible, como si jugaran a una especie de gallina
      ciega. El lugar estaba abarrotado de trasgos que corrían de un lado a otro, y el
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