Page 84 - El Hobbit
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De la sartén al fuego
B ilbo había escapado de los trasgos, pero no sabía dónde estaba. Había perdido
el capuchón, la capa, la comida, el poney, sus botones y sus amigos. Siguió
adelante, hasta que el sol empezó a hundirse en el poniente, detrás de las
montañas. Las sombras cruzaban el sendero, y Bilbo miró hacia atrás. Luego
miró hacia adelante, y no pudo ver más que crestas y vertientes que descendían
hacia las tierras bajas, y llanuras que asomaban de vez en cuando entre los
árboles.
—¡Cielos! —exclamó—. ¡Parece que estoy justo al otro lado de las Montañas
Nubladas, al borde de las Tierras de Más Allá! ¿Dónde y oh dónde habrán tenido
que ir los enanos y Gandalf? ¡Sólo espero que por ventura no estén todavía allá
atrás en poder de los trasgos!
Continuó caminando, fuera del pequeño y elevado valle, por el borde, y
bajando luego las pendientes; mas en todo este tiempo un pensamiento muy
incómodo iba creciendo dentro de él. Se preguntaba si no estaba obligado, ahora
que tenía el anillo mágico, a regresar a los horribles, horribles túneles y buscar a
sus amigos. Acababa de decidir que no podía escapar a ese deber, que tenía que
volver atrás —y esto hacía que se sintiera muy desdichado—, cuando oyó voces.
Se detuvo y escuchó. No parecían trasgos; de modo que se arrastró con
mucho cuidado hacia adelante. Estaba en un sendero pedregoso que serpenteaba
hacia abajo, con una pared rocosa a la izquierda; al otro lado el terreno descendía
en pendiente, y bajo el nivel del sendero había unas cañadas donde crecían