Page 86 - El Hobbit
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¡Señor, cómo saltaron! Luego hubo gritos de sorpresa y alegría. Gandalf
estaba tan atónito como cualquiera de ellos, pero quizá más complacido que los
demás. Llamó a Balin y le preguntó qué pensaba de un centinela que permitía
que la gente llegara así sin previo aviso. Por supuesto, la reputación de Bilbo
creció mucho entre los enanos a partir de ese momento. Si, a pesar de las
palabras de Gandalf, dudaban aún de que era un saqueador de primera clase, no
lo dudaron más. Balin era el más desconcertado; pero todos decían que había sido
un trabajo muy bien hecho.
Bilbo estaba en verdad tan complacido con estos elogios, que se rió entre
dientes, pero nada dijo acerca del anillo; y cuando le preguntaron cómo se las
había arreglado, comentó: —Oh, simplemente me deslicé, ya sabéis… con
mucho cuidado y en silencio.
—Bien, ni siquiera un ratón se ha deslizado nunca con cuidado y en silencio
bajo mis mismísimas narices sin que yo lo descubriera —dijo Balin—, y me
saco el sombrero ante ti —cosa que hizo; y agregó—: Balin, a vuestro servicio.
—Vuestro servidor, el señor Bolsón —dijo Bilbo.
Luego quisieron conocer las aventuras de Bilbo desde el momento en que lo
habían perdido, y él se sentó y les contó todo, excepto lo que se refería al
hallazgo del anillo (« no por ahora» , pensó). Se interesaron en particular en la
pugna de las adivinanzas y se estremecieron como correspondía cuando les
describió el aspecto de Gollum.
—Y luego no se me ocurría ninguna otra pregunta con él sentado junto a mí
—concluyó Bilbo—, de modo que dije: « ¿Qué hay en mi bolsillo?» . Y no pudo
adivinarlo por tres veces. De modo que dije: « ¿Qué hay de tu promesa?
¡Enséñame el camino de salida!» . Pero él saltó sobre mí para matarme, y yo
corrí, caí, y me perdí en la oscuridad. Luego lo seguí, pues oí que se hablaba a sí
mismo. Pensaba que yo conocía realmente el camino de salida, y estaba yendo
hacia él. Al fin se sentó en la entrada y yo no podía pasar. De modo que salté
sobre él y escapé corriendo hacia la puerta.
—¿Qué pasó con los centinelas? —preguntaron los enanos—. ¿No había
ninguno?
—¡Oh, sí! Muchísimos, pero los esquivé. Me quedé trabado en la puerta, que
sólo estaba abierta una rendija, y perdí muchos botones —dijo mirándose con
tristeza las ropas desgarradas—. Pero conseguí escabullirme… y aquí estoy.
Los enanos lo miraron con un respeto completamente nuevo, mientras
hablaba sobre burlar centinelas, saltar sobre Gollum y abrirse paso, como si no
fuese muy difícil o muy inquietante.
—¿Qué os dije? —exclamó Gandalf riendo—. El señor Bolsón esconde cosas
que no alcanzabais a imaginar. —Le echó una mirada rara a Bilbo por debajo de
las cejas pobladas mientras lo decía, y el hobbit se preguntó si el mago no estaría
pensando en el episodio que él había omitido.