Page 1004 - El Señor de los Anillos
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En aquella luz terrible, Sam se detuvo horrorizado, pues ahora, mirando a la
izquierda, veía en todo su poderío la Torre de Cirith Ungol. El cuerno que había
visto desde el otro lado no era sino la atalaya más alta. La fachada oriental tenía
tres grandes niveles; el primero se extendía allá abajo en un espolón de la pared
rocosa; la cara posterior se apoyaba en un acantilado, del que emergían bastiones
puntiagudos y superpuestos, más pequeños a medida que la torre ganaba altura, y
los flancos casi verticales de buena albañilería miraban al noreste y al sudeste.
Alrededor del nivel inferior, doscientos pies por debajo de Sam, un muro
almenado cercaba un patio estrecho. La puerta de la fortaleza, en la pared más
cercana, la que miraba al sudeste, se abría a un camino ancho, cuyo parapeto
exterior corría al borde de un precipicio, y luego de doblar hacia el sur serpeaba
cuesta abajo en la oscuridad y alcanzaba la ruta que llevaba al Paso de Morgul.
Y desde allí cruzaba por una grieta del Morgai e iba a desembocar en el valle de
Gorgoroth hasta llegar a Barad-dûr. La senda en que Sam estaba descendía en
algunos trechos mediante tramos de escalones tallados en la roca, en otros por un
sendero empinado, para unirse al camino principal bajo los muros amenazantes
próximos a la Puerta.
Al observarla Sam comprendió de pronto, casi con un sobresalto, que aquella
fortaleza había sido construida no para impedir que los enemigos entrasen en
Mordor, sino para retenerlos dentro. Era en verdad una de las antiguas obras de
Gondor, un puesto oriental de avanzada de las defensas de Ithilien, edificado
luego de la Ultima Alianza, cuando los hombres del Oesternesse vigilaban el
maléfico país de Sauron, donde todavía acechaban muchas criaturas. Pero aquí
como en Narchost y Carchost, las Torres de los Dientes, la vigilancia se había
debilitado, y la traición había entregado la Torre al Señor de los Espectros del
Anillo; y ahora, desde hacía largos años, estaba en manos de seres maléficos. Al
retornar a Mordor, Sauron la había considerado útil, pues aunque no tenía muchos
servidores, le sobraban en cambio los esclavos sometidos por el terror; y ahora,
como antaño, el propósito principal de la Torre era impedir que huyesen de
Mordor. Pero si un enemigo era tan temerario como para tratar de introducirse
secretamente en el país, entonces la Torre era también una atalaya última y
siempre alerta contra cualquiera que lograse burlar la vigilancia de Morgul y de
Ella-Laraña.
Sam entendía muy bien que deslizarse por debajo de aquellos muros de
muchos ojos y evitar la vigilancia de la puerta era del todo imposible. Y aun si
entraba, no podría llegar muy lejos: el camino del otro lado de la puerta estaba
vigilado, y ni las sombras negras agazapadas en los recovecos donde no llegaba
la luz roja lo protegerían durante mucho tiempo de los orcos. Pero por
desesperado que fuera aquel camino, la empresa que ahora le aguardaba era
mucho peor: no evitar la puerta y escapar, sino transponerla, a solas.