Page 101 - El Señor de los Anillos
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Un atajo hacia los hongos
A la mañana siguiente Frodo despertó renovado. Estaba acostado bajo una
enramada; las ramas de un árbol bajaban entrelazadas hasta el suelo. La cama
era de helecho y musgo, suave, profunda y extrañamente fragante. El sol
refulgía entre las hojas temblorosas, todavía verdes. Frodo se levantó de un salto
y salió.
Sam estaba sentado en la hierba, cerca del linde del bosque. Pippin, de pie,
estudiaba el cielo y el tiempo. No había señales de los elfos.
—Nos han dejado fruta, bebidas y pan —dijo Pippin—. Ven a desayunar. El
pan es casi tan bueno como anoche. Yo no quería dejarte nada, pero Sam insistió.
Frodo se sentó junto a Sam y empezó a comer.
—¿Cuál es el plan de hoy? —preguntó Pippin.
—Caminar hacia Los Gamos tan rápido como sea posible —respondió Frodo,
volviendo su atención a la comida.
—¿Crees que volveremos a ver a alguno de los jinetes? —preguntó Pippin
alegremente.
Al sol de la mañana, la posibilidad de encontrarse con todo un escuadrón de
jinetes no le parecía muy alarmante.
—Sí, quizá —respondió Frodo, no muy a gusto con el recuerdo—. Espero
cruzar el río sin que nos vean.
—¿Descubriste algo sobre ellos por lo que te dijo Gildor?
—No mucho, sólo insinuaciones y adivinanzas —dijo Frodo evasivamente.
—¿Le preguntaste por el olfateo?
—No lo discutimos —dijo Frodo, con la boca llena.
—Tendrías que haberlo hecho; estoy seguro de que es muy importante.
—Y yo estoy seguro de que Gildor se hubiera negado a explicármelo —dijo
Frodo, bruscamente ahora—. ¡Déjame en paz! No tengo ganas de responder a
una sarta de preguntas mientras estoy comiendo. Quiero pensar.
—¡Cielos! —exclamó Pippin—. ¿Durante el desayuno?
Se alejo hacia el borde del prado. La mañana brillante, traidoramente
brillante, según Frodo, no había desvanecido el temor de que lo persiguieran, y
pensaba ahora en las palabras de Gildor. Oyó la alegre voz de Pippin, que corría
por la hierba, cantando.
« No, no podría» , se dijo. « Una cosa es llevar a mis jóvenes amigos a
recorrer la Comarca hasta sentirnos muertos de hambre y cansancio y añorar la
comida y la cama, y otra cosa es llevarlos al exilio donde el hambre y el
cansancio no tienen remedio. La herencia es sólo mía. Ni siquiera creo que deba
llevar a Sam.»
Miró a Sam Gamyi y descubrió que él estaba observándolo.