Page 96 - El Señor de los Anillos
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—A mí me parece un banquete de cumpleaños —dijo Frodo.
Pippin apenas recordó después lo que había comido y bebido, pues se pasó la
noche mirando la luz que irradiaban las caras de los elfos y escuchando aquellas
voces tan variadas y hermosas; todo había sido como un sueño. Pero recordaba
que había habido pan, más sabroso que una buena hogaza blanca para un muerto
de hambre, y frutas tan dulces como bayas silvestres y más perfumadas que las
frutas cultivadas de las huertas y había tomado una bebida fragante, fresca como
una fuente clara, dorada como una tarde de verano.
Sam nunca pudo describir con palabras y ni siquiera volver a imaginar lo que
había pensado y sentido aquella noche, aunque se le grabó en la memoria como
uno de los episodios más importantes de su vida. Lo más que pudo decir fue:
—Bien, señor, si pudiese cultivar esas manzanas, me consideraría entonces un
jardinero. Pero lo que más profundamente me conmovió el corazón fueron las
canciones, si usted me entiende.
Frodo comió, bebió y habló animadamente, pero prestó atención sobre todo a
las palabras de los demás. Conocía algo de la lengua de los elfos y escuchaba
ávidamente. De vez en cuando hablaba y agradecía en élfico. Los elfos sonreían
y le decían riéndose:
—¡Una joya entre los hobbits!
Al poco tiempo Pippin se durmió y lo alzaron y llevaron a una enramada
bajo los árboles; allí durmió el resto de la noche en un lecho blando. Sam no quiso
abandonar a su señor. Cuando Pippin se fue, se acercó y se acurrucó a los pies de
Frodo y allí cabeceó un rato y al fin cerró los ojos. Frodo se quedó largo tiempo
despierto, hablando con Gildor.
Hablaron de muchas cosas, viejas y nuevas y Frodo interrogó repetidamente
a Gildor acerca de lo que ocurría en el ancho mundo, fuera de la Comarca. Las
noticias eran en su mayoría tristes y ominosas: las tinieblas crecientes, las
guerras de los hombres y la huida de los elfos. Al fin Frodo hizo la pregunta que
más le tocaba el corazón:
—Dime, Gildor, ¿has visto a Bilbo después que se fue?
Gildor sonrió.
—Sí —dijo—, dos veces. Se despidió de nosotros en este mismo sitio. Pero lo
vi otra vez, lejos de aquí.
Gildor no quiso decir nada más acerca de Bilbo, y Frodo calló.
—No preguntas ni dices mucho de lo que a ti concierne, Frodo —dijo Gildor
—. Pero sé ya un poco y puedo leer más en tu cara y en el pensamiento que
dicta tus preguntas. Dejas la Comarca y todavía no sabes si encontrarás lo que
buscas, si cumplirás tu cometido, o si un día volverás. ¿No es así?
—Así es —dijo Frodo—; pero pensaba que mi partida era un secreto que sólo
Gandalf y mi fiel Sam conocían. —Miró a Sam que roncaba apaciblemente.
—En lo que toca a nosotros, el secreto no llegará al enemigo —dijo Gildor.