Page 95 - El Señor de los Anillos
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y mitad de maravillada alegría.
      Los bosques de ambos lados comenzaron a hacerse más densos; los árboles eran
      más  nuevos  y  frondosos  y  a  medida  que  el  camino  descendía  siguiendo  un
      pliegue de las lomas, unos sotos profundos de avellanos se sucedían sobre las dos
      laderas.  Por  último  los  elfos  dejaron  el  camino,  internándose  por  un  sendero
      verde  casi  oculto  en  la  espesura  a  la  derecha  y  subieron  por  unas  laderas
      boscosas hasta llegar a la cima de una loma que se adelantaba hacía las tierras
      más bajas del valle del río. De pronto, salieron de las sombras de los árboles y se
      abrió ante ellos un vasto espacio de hierba gris bajo el cielo nocturno; los bosques
      lo encerraban por tres lados, pero hacia el este el terreno caía a pique y las copas
      de los árboles sombríos que crecían al pie de las laderas no llegaban a la altura
      del  claro.  Más  allá,  las  tierras  bajas  se  extendían  oscuras  y  planas  bajo  las
      estrellas. Como al alcance de la mano, unas pocas luces parpadeaban en Casa del
      Bosque.
        Los  elfos  se  sentaron  en  la  hierba  hablando  juntos  en  voz  baja;  parecían
      haberse olvidado de los hobbits. Frodo y sus amigos se envolvieron en capas y
      mantas y una pesada somnolencia cayó sobre ellos. La noche avanzó y las luces
      del  valle  se  apagaron.  Pippin  se  durmió,  la  cabeza  apoyada  en  un  montículo
      verde.
        A lo lejos, alta en oriente, parpadeaba Remirath, la red de estrellas, y lento
      entre la niebla asomó el rojo Borgil, brillando como una joya de fuego. Luego
      algún  movimiento  del  aire  descorrió  el  velo  de  bruma  y  trepando  sobre  las
      crestas  del  mundo  apareció  el  Espada  del  Cielo,  Menelvagor,  y  su  brillante
      cinturón. Los elfos rompieron a cantar. De súbito, bajo los árboles, un fuego se
      alzó difundiendo una luz roja.
        —¡Venid! —llamaron los elfos a los hobbits—. ¡Venid! ¡Llegó el momento de
      la palabra y la alegría!
        Pippin se sentó restregándose los ojos y de pronto tuvo frío y se estremeció.
        —Hay fuego en la sala y comida para los invitados hambrientos —dijo un
      elfo, de pie ante él.
        En el extremo sur del claro había una abertura. Allí el suelo verde penetraba
      en el bosque formando un espacio amplio, como una sala techada con ramas de
      árboles; los grandes troncos se alineaban como pilares a los lados. En el centro
      había una hoguera y sobre los árboles-pilares ardían las antorchas con luces de
      oro  y  plata.  Los  elfos  se  sentaron  en  el  pasto  o  sobre  los  viejos  troncos
      serruchados,  alrededor  del  fuego.  Algunos  iban  y  venían  llevando  copas  y
      sirviendo bebidas; otros traían alimentos apilados en platos y fuentes.
        —Es  una  comida  pobre  —dijeron  los  elfos  a  los  hobbits—,  pues  estamos
      acampando en los bosques, lejos de nuestras casas. Allá en nuestros hogares os
      hubiésemos tratado mejor.
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