Page 94 - El Señor de los Anillos
P. 94

—Pero  no  necesitamos  ninguna  compañía  y  además  los  hobbits  son  muy
      aburridos —rieron—. ¿Cómo sabes que vamos en la misma dirección, si no sabes
      a dónde vamos?
        —¿Y cómo sabes tú mi nombre? —preguntó Frodo.
        —Sabemos  muchas  cosas  —dijeron  los  elfos—.  Te  vimos  a  menudo  con
      Bilbo, aunque tú no nos vieras.
        —¿Quiénes sois? ¿Quién es vuestro señor? —preguntó Frodo.
        —Me llamo Gildor —respondió el jefe, el primero que lo había saludado—.
      Gildor Inglorion de la Casa de Finrod. Somos desterrados; la mayoría de nosotros
      ha partido hace tiempo y ahora no hacemos otra cosa que demorarnos un poco
      antes de cruzar las Grandes Aguas. Pero algunos viven aún en paz en Rivendel.
      Vamos, Frodo, dinos qué haces, pues vemos sobre ti una sombra de miedo.
        —¡Oh,  gente  sabia  —interrumpió  ansiosamente  Pippin—,  decidnos  algo  de
      los Jinetes Negros!
        —¿Jinetes Negros? —murmuraron los elfos—. ¿Por qué esa pregunta?
        —Porque dos Jinetes Negros nos dieron alcance hoy mismo, o uno lo hizo dos
      veces —respondió Pippin—. Desapareció minutos antes que vosotros llegarais.
        Los elfos no respondieron en seguida; hablaron entre ellos en voz baja, en su
      propia lengua, y al fin Gildor se volvió hacia los hobbits.
        —No hablaremos de eso aquí —dijo—. Será mejor que vengáis con nosotros;
      no es nuestra costumbre, pero por esta vez os llevaremos por nuestra ruta y esta
      noche os alojaréis con nosotros, si así lo deseáis.
        —¡Oh, Hermosa Gente! Esto es más de lo que esperábamos —dijo Pippin.
        Sam se había quedado sin habla.
        —Te  lo  agradezco,  Gildor  Inglorion  —dijo  Frodo  inclinándose—.  Elen  sila
      lúmenn’ omentielmo, una estrella brilla en la hora de nuestro encuentro —agregó
      en la lengua alta de los elfos.
        —¡Cuidado, amigos! —rió Gildor—. ¡No habléis de cosas secretas! He aquí
      un conocedor de la lengua antigua. Bilbo era un buen maestro. ¡Salud, amigo de
      los  elfos!  —dijo  inclinándose  ante  Frodo—.  ¡Ven  con  tus  amigos  y  únete  a
      nosotros! Es mejor que caminéis en el medio, para que nadie se extravíe. Pienso
      que os sentiréis cansados antes que hagamos un alto.
        —¿Por qué? ¿Hacia dónde vais? —preguntó Frodo.
        —Esta noche vamos hacia los bosques de las colinas que dominan la casa del
      Bosque.  Quedan  a  algunas  millas  de  aquí,  pero  podéis  descansar  cuando
      lleguemos y acortaréis el camino de mañana.
        Marcharon todos juntos en silencio, como sombras y luces mortecinas; pues
      los  elfos  (aun  más  que  los  hobbits)  podían  caminar  sin  hacer  ruido,  si  así  lo
      deseaban. Pippin pronto sintió sueño y se tambaleó en una o dos ocasiones, pero
      cada vez un elfo que marchaba a su lado extendía el brazo, sosteniéndolo. Sam
      caminaba junto a Frodo como en un sueño y con una expresión mitad de miedo
   89   90   91   92   93   94   95   96   97   98   99