Page 98 - El Señor de los Anillos
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los rumbos pueden terminar mal. ¿Qué pretendes? No me has dicho todo lo que a
ti respecta; entonces, ¿cómo podría elegir mejor que tú? Pero si me pides consejo
te lo daré por amistad. Pienso que debieras partir inmediatamente, sin dilación y
si Gandalf no aparece antes de tu partida, permíteme también aconsejarte que no
vayas solo. Lleva contigo amigos de confianza y de buena voluntad. Tendrías que
agradecérmelo, pues no te doy este consejo de muy buena gana. Los elfos tienen
sus propios trabajos y sus propias penas y no se entremeten en los asuntos de los
hobbits o de cualquier otra criatura terrestre. Nuestros caminos rara vez se cruzan
con los de ellos, por casualidad o a propósito; quizás este encuentro no sea del
todo casual, pero el propósito no me parece claro y temo decir demasiado.
—Te estoy profundamente agradecido —dijo Frodo—. Pero me gustaría que
me dijeras con claridad qué son los Jinetes Negros. Si sigo tu consejo, no he de
ver a Gandalf durante mucho tiempo y tendría que conocer cuál es el peligro que
me persigue.
—¿No es bastante saber que son siervos del enemigo? —respondió Gildor—.
¡Escapa de ellos! ¡No les hables! Son mortíferos. No me preguntes más. Mi
corazón me anuncia que antes del fin, tú, Frodo, hijo de Drogo, sabrás más de
estas cosas terribles que Gildor Inglorion. ¡Que Elbereth te proteja!
—¿Dónde encontraré coraje? —preguntó Frodo—. Es lo que más necesito.
—El coraje se encuentra en sitios insólitos —dijo Gildor—. Ten fe. ¡Duerme
ahora! En la mañana nos habremos ido, pero te enviaremos nuestros mensajes a
través de las tierras. Las Compañías Errantes sabrán de tu viaje y aquellos que
tienen poder para el bien estarán atentos. ¡Te nombro amigo de los elfos y que las
estrellas brillen para ti hasta el fin del camino! Pocas veces nos hemos sentido tan
cómodos con gente extraña; es muy agradable oír palabras del idioma antiguo en
labios de otros peregrinos del mundo. Frodo sintió que el sueño se apoderaba de
él, aún antes que Gildor terminara de hablar.
—Dormiré ahora —dijo y el elfo lo llevó junto a Pippin; y allí Frodo se echó
sobre una cama y durmió sin sueños toda la noche.