Page 102 - El Señor de los Anillos
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—Bien, Sam —le dijo—, ¿qué sucede? Abandonaré la Comarca tan pronto
como pueda. He decidido no esperar ni siquiera un día en Cricava, si puedo
evitarlo.
—¡Bien, señor!
—¿Todavía piensas venir conmigo?
—Sí.
—Será muy peligroso, Sam. Ya es peligroso. Quizá no volvamos, ninguno de
nosotros.
—Si usted no vuelve, señor, es verdad que yo tampoco volveré —replicó
Sam. ¡No lo abandones!, me dijeron. ¡Abandonarlo! Ni siquiera lo pienso. Iré con
él, aunque suba a la luna; y si alguno de esos Jinetes Negros trata de detenerlo,
tendrá que vérselas con Sam Gamyi, dije. Ellos se echaron a reír.
—¿Quiénes son ellos? ¿Y de qué hablas?
—Los elfos, señor. Tuvimos una conversación anoche. Parecían saber que
usted se iba y no vi la necesidad de negarlo. ¡Maravilloso pueblo los elfos, señor!
¡Maravilloso!
—Así es —dijo Frodo—. ¿Te siguen gustando, ahora que los viste más de
cerca?
—A decir verdad, parecen estar por encima de mis simpatías o antipatías —
respondió Sam lentamente—. Lo que yo pienso no importa mucho. Son bastante
diferentes de lo que yo esperaba; tan jóvenes y viejos, tan alegres y tristes, si
puede decirse así.
Frodo lo miró bastante confundido, como esperando ver algún signo exterior
del extraño cambio que se había producido en Sam. La voz no era la del Sam
Gamyi que él creía conocer. No obstante, seguía siendo el de antes, Sam Gamyi,
allí sentado, pero tenía una expresión pensativa, lo que en él era insólito.
—¿Sientes aún la necesidad de abandonar la Comarca, ahora que cumpliste tu
deseo de ver a los elfos? —le preguntó.
—Sí, señor; no sé cómo decirlo, pero después de anoche me siento diferente.
Me parece ver el futuro, en cierto modo. Sé que recorreremos un largo camino
hacia la oscuridad; pero también sé que no puedo volverme. No es que quiera ver
elfos ahora, o dragones, o montañas… lo que quiero no lo sé exactamente, pero
tengo que hacer algo antes del fin, y está ahí adelante, no en la Comarca. Tengo
que buscarlo señor, si usted me entiende.
—No del todo, pero entiendo que Gandalf me eligió un buen compañero.
—Tú dormiste hasta tarde, querrás decir —replicó Pippin—. Me levanté
mucho antes que tú y lo único que esperábamos era que terminaras de comer y
de pensar.
—Ya he terminado ambas cosas y alcanzaré Balsadera de Gamoburgo tan
rápido como sea posible. No haremos ningún rodeo, es decir, no volveré al
camino que dejamos anoche; cortaré a través del campo.