Page 1067 - El Señor de los Anillos
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clamorosa, tres altos sitiales de hierba verde. Sobre el sitial de la derecha, blanco
sobre verde, flameando al viento, un gran corcel galopaba en libertad; sobre el de
la izquierda se alzaba un estandarte, y en él una nave de plata con la proa en
forma de cisne surcaba un mar azul. Pero sobre el trono del centro, el más
elevado, flotaba un gran estandarte, y en él, sobre un campo de sable, nimbado
por una corona resplandeciente de siete estrellas, florecía un árbol blanco. Y en
el trono estaba sentado un hombre vestido con una cota de malla; no usaba
yelmo, pero en sus rodillas descansaba una espada larga. Y al ver que llegaban
los hobbits se puso en seguida de pie. Y entonces lo reconocieron, cambiado
como estaba, tan alto y alegre de semblante, majestuoso, soberano de los
hombres, oscuro el cabello, grises los ojos.
Frodo le corrió al encuentro, y Sam lo siguió.
—Bueno, si esto parece de veras el colmo de los colmos —exclamó—.
¡Trancos! ¿O acaso estoy soñando todavía?
—Sí, Sam, Trancos —dijo Aragorn—. Qué lejana está Bree, ¿no es verdad?,
donde dijiste que no te gustaba mi aspecto. Largo ha sido el camino para todos,
pero a vosotros os ha tocado recorrer el más oscuro.
Y entonces, ante la profunda sorpresa y turbación de Sam, hincó ante ellos la
rodilla; y tomándolos de la mano, a Frodo con la diestra y a Sam con la siniestra,
los condujo hasta el trono, y luego de hacerlos sentar en él, se volvió a los
hombres y a los capitanes que estaban cerca, y habló con voz fuerte para que la
hueste entera pudiese escucharlo:
—¡Alabados sean con grandes alabanzas!
Y cuando una vez más se acallaron los clamores de júbilo, un juglar de
Gondor se adelantó, y arrodillándose, pidió permiso para cantar. Y oh maravilla,
como para dar a Sam una satisfacción total y colmarlo de pura alegría, he aquí lo
que dijo:
—¡Escuchad, señores y caballeros y hombres de valor sin tacha, reyes y
príncipes, y leal pueblo de Gondor; y Jinetes de Rohan, y vosotros, hijos de
Elrond, y los Dúnedain del Norte, y Elfo y Enano, y nobles corazones de la
Comarca, y de todos los pueblos libres del Oeste! Escuchad ahora mi lay. Porque
he venido a cantar para vosotros la balada de Frodo Nuevededos y el Anillo del
Destino.
Y Sam al oírlo estalló en una carcajada de puro regocijo, y se levantó y gritó:
—¡Oh gloria y esplendor! ¡Todos mis deseos se ven realizados! Y lloró.
Y el ejército en pleno reía y lloraba, y en medio del júbilo y de las lágrimas
se elevó la voz límpida de oro y plata del juglar, y todos enmudecieron. Y cantó
para ellos, en lengua élfica y en las lenguas del Oeste, hasta que los corazones,
traspasados por la dulzura de las palabras, se desbordaron; y la alegría de todos
centelleó como espadas, y los pensamientos se elevaron hasta las regiones donde
el dolor y la felicidad fluyen juntos y las lágrimas son el vino de la ventura.