Page 1069 - El Señor de los Anillos
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Concluyó al fin el día de júbilo; y cuando el sol desapareció y la luna subió
redonda y lenta sobre las brumas del Anduin, y centelleó a través del follaje
inquieto, Frodo y Sam se sentaron bajo los árboles susurrantes, allí en la hermosa
y perfumada tierra de Ithilien; y hasta muy avanzada la noche conversaron con
Merry y Pippin y Gandalf, y pronto se unieron a ellos Legolas y Gimli. Allí fue
donde Frodo y Sam oyeron buena parte de cuanto le había ocurrido a la
Compañía, desde el día infausto en que se habían separado en Parth Galen, cerca
de las Cascadas del Rauros; y siempre tenían otras cosas que preguntarse, nuevas
aventuras que narrar.
Los orcos, los árboles parlantes, las praderas de leguas interminables, los
jinetes al galope, las cavernas relucientes, las torres blancas y los palacios de oro,
las batallas y los altos navíos surcando las aguas, todo desfiló ante los ojos
maravillados de Sam. Sin embargo, entre tantos y tantos prodigios, lo que más le
asombraba era la estatura de Merry y de Pippin; y los medía, comparándolos
con Frodo y con él mismo, y se rascaba la cabeza.
—¡Esto sí que no lo entiendo, a la edad de ustedes! —dijo—. Pero lo que es
cierto es cierto, y ahora miden tres pulgadas más de lo normal. O yo soy un
enano.
—Eso sí que no —dijo Gimli—. Pero ¿no os lo previne? Los mortales no
pueden beber los brebajes de los ents y pensar que no les hará más efecto que un
jarro de cerveza.
—¿Brebajes de los ents? —dijo Sam—. Ahora vuelve a mencionar a los ents.
Pero ¿qué son? No alcanzo a comprenderlo. Pasarán semanas y semanas antes
que hayamos aclarado todo esto.
—Semanas por cierto —dijo Pippin—. Y luego habrá que encerrar a Frodo
en una torre de Minas Tirith para que lo ponga todo por escrito. De lo contrario se
olvidará de la mitad, y el pobre viejo Bilbo tendrá una tremenda decepción.
Al cabo Gandalf se levantó.
—Las manos del Rey son las de un curador, mis queridos amigos —dijo—.
Pero antes que él os llamara, recurriendo a todo su poder para llevaros al dulce
olvido del sueño, estuvisteis al borde de la muerte. Y aunque sin duda habéis
dormido largamente y en paz, ya es hora de ir a dormir de nuevo.
—Y no sólo Sam y Frodo —dijo Gimli, sino también tú, Pippin. Te quiero
mucho, aunque sólo sea por las penurias que me has causado, y que no olvidaré
jamás. Tampoco me olvidaré de cuando te encontré en la cresta de la colina en
la última batalla. Sin Gimli el enano, te habrías perdido. Pero ahora al menos sé
reconocer el pie de un hobbit, aunque sea la única cosa visible en medio de un
montón de cadáveres. Y cuando libré tu cuerpo de aquella carroña enorme, creí
que estabas muerto. Poco faltó para que me arrancara las barbas. Y hace apenas