Page 1074 - El Señor de los Anillos
P. 1074

mi cargo en la ciudad. No obstante, aun cuando lo hubiese hecho, escucharía los
      consejos del Mayoral, y en cuestiones que atañen a su arte no me opondría a él,
      salvo en un caso de necesidad extrema.
        —Pero yo no deseo curar —dijo ella—. Deseo partir a la guerra como mi
      hermano Eomer, o mejor aún como Théoden el rey, porque él ha muerto y ha
      conquistado a la vez honores y paz.
        —Es demasiado tarde, señora, para seguir a los Capitanes, aunque tuvierais
      las fuerzas necesarias —dijo Faramir—. Pero la muerte en la batalla aún puede
      alcanzarnos a todos, la deseemos o no. Y estaríais más preparada para afrontarla
      como mejor os parezca si mientras aún queda tiempo hicierais lo que ordena el
      Mayoral. Vos y yo hemos de soportar con paciencia las horas de espera.
        Eowyn no respondió, pero a Faramir le pareció que algo en ella se ablandaba,
      como  si  una  escarcha  dura  comenzara  a  ceder  al  primer  anuncio  de  la
      primavera.  Una  lágrima  le  resbaló  por  la  mejilla  como  una  gota  de  lluvia
      centelleante. La orgullosa cabeza se inclinó ligeramente. Luego dijo en voz muy
      queda, más como si hablara consigo misma que con él:
        —Pero los Curadores pretenden que permanezca acostada siete días más —
      dijo—. Y mi ventana no mira al este. —La voz de Eowyn era ahora la de una
      muchacha joven y triste.
        Faramir sonrió, aunque compadecido.
        —¿Vuestra ventana no mira al este? —dijo—. Eso tiene arreglo. Por cierto
      que  daré  órdenes  al  Mayoral.  Si  os  quedáis  a  nuestro  cuidado  en  esta  casa,
      señora, y descansáis el tiempo necesario, podréis caminar al sol en este jardín
      cómo  y  cuándo  queráis;  y  miraréis  al  este,  donde  ahora  están  todas  nuestras
      esperanzas. Y aquí me encontraréis a mí, que camino y espero, también mirando
      al este. Aliviaríais mis penas si me hablarais, o si caminarais conmigo alguna vez.
        Ella levantó entonces la cabeza y de nuevo lo miró a los ojos; y un ligero
      rubor le coloreó el rostro pálido.
        —¿Cómo  podría  yo  aliviar  vuestras  penas,  señor?  —dijo—.  No  deseo  la
      compañía de los vivos.
        —¿Queréis una respuesta sincera? —dijo él.
        —La quiero.
        —Entonces,  Eowyn  de  Rohan,  os  digo  que  sois  hermosa.  En  los  valles  de
      nuestras  colinas  crecen  flores  bellas  y  brillantes,  y  muchachas  aún  más
      encantadoras; pero hasta ahora no había visto en Gondor ni una flor ni una dama
      tan hermosa, ni tan triste. Tal vez nos queden pocos días antes que la oscuridad se
      desplome sobre el mundo, y cuando llegue espero enfrentarla con entereza; pero
      si pudiera veros mientras el sol brilla aún, me aliviaríais el corazón. Porque los
      dos hemos pasado bajo las alas de la Sombra, y la misma mano nos ha salvado.
        —¡Ay, no a mí, señor! dijo ella. Sobre mí pesa todavía la Sombra. ¡No soy yo
      quien  podría  ayudaros  a  curar!  Soy  una  doncella  guerrera  y  mi  mano  no  es
   1069   1070   1071   1072   1073   1074   1075   1076   1077   1078   1079