Page 1078 - El Señor de los Anillos
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Tampoco  partió  Eowyn,  a  pesar  del  mensaje  que  le  enviara  su  hermano
      rogándole  que  se  reuniese  con  él  en  el  Campo  de  Cormallen.  Y  a  Faramir  le
      sorprendió  que  se  quedara,  si  bien  ahora,  atareado  como  estaba  con  tantos
      menesteres, tenía poco tiempo para verla; y ella seguía viviendo en las Casas de
      Curación,  y  caminaba  sola  por  el  jardín,  y  de  nuevo  tenía  el  rostro  pálido,  y
      parecía ser la única persona triste y dolorida en toda la ciudad. Y el Mayoral de
      las Casas estaba preocupado, y habló con Faramir.
        Entonces Faramir fue a buscarla, y de nuevo fueron juntos a los muros; y él
      le dijo:
        —Eowyn  ¿por  qué  os  habéis  quedado  aquí  en  vez  de  ir  a  los  festejos  de
      Cormallen del otro lado de Cair Andros, donde vuestro hermano os espera?
        Y ella dijo:
        —¿No lo sabéis?
        Pero él respondió:
        —Hay dos motivos posibles, pero cuál es el verdadero, no lo sé.
        Y dijo ella:
        —No quiero jugar a las adivinanzas. ¡Hablad claro!
        —Entonces, si eso es lo que queréis, señora —dijo él—, no vais porque sólo
      vuestro  hermano  mandó  por  vos,  y  ahora,  admirar  en  su  triunfo  al  Señor
      Aragorn, el heredero de Elendil, no os causará ninguna alegría. O porque no voy
      yo, y deseáis permanecer cerca de mí. O quizá por los dos motivos, y vos misma
      no podéis elegir entre uno y otro. Eowyn ¿no me amáis, o no queréis amarme?
        —Quería  el  amor  de  otro  hombre  —respondió  ella—.  Mas  no  quiero  la
      piedad de ninguno.
        —Lo sé —dijo Faramir—. Deseabais el amor del Señor Aragorn. Pues era
      noble  y  poderoso,  y  queríais  la  fama  y  la  gloria:  elevaros  por  encima  de  las
      cosas mezquinas que se arrastran sobre la tierra. Y como un gran capitán a un
      joven soldado, os pareció admirable. Porque lo es, un Señor entre los hombres, y
      el  más  grande  de  los  que  hoy  existen.  Pero  cuando  sólo  recibisteis  de  él
      comprensión  y  piedad,  entonces  ya  no  quisisteis  ninguna  otra  cosa,  salvo  una
      muerte gloriosa en el combate. ¡Miradme, Eowyn!
        Y Eowyn miró a Faramir largamente y sin pestañear; y Faramir dijo:
        —¡No desdeñéis la piedad, que es el don de un corazón generoso, Eowyn!
      Pero yo no os ofrezco mi piedad. Pues sois una dama noble y valiente y habéis
      conquistado sin ayuda una gloria que no será olvidada; y sois tan hermosa que ni
      las palabras de la lengua de los elfos podrían describiros, y yo os amo. En un
      tiempo  tuve  piedad  por  vuestra  tristeza.  Pero  ahora,  aunque  no  tuvierais  pena
      alguna, ningún temor, aunque nada os faltase y fuerais la bienaventurada Reina
      de Gondor, lo mismo os amaría. Eowyn ¿no me amáis?
        Entonces algo cambió en el corazón de Eowyn, o acaso ella comprendió al
      fin lo que ocurría en él. Y desapareció el invierno que la habitaba, y el sol brilló
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