Page 115 - El Señor de los Anillos
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Entre la nueva casa de Frodo, en Cricava, y el Brandivino había alguna distancia.
Dejaron la Colina de Los Gamos y Casa Brandi a la izquierda y en las afueras de
Gamoburgo tomaron el camino principal de Los Gamos, que corría desde el
puente hacia el sur. Media milla al norte, encontraron un sendero que se abría a la
derecha. Lo siguieron un par de millas, subiendo y bajando por los campos.
Al fin llegaron a una puerta estrecha, en un seto. Nada podía verse de la casa
en la oscuridad; se levantaba lejos del sendero en medio de un círculo de césped,
rodeada por un cinturón de árboles bajos, dentro del cerco exterior. Frodo la
había elegido porque el sitio era apartado y no tenía vecinos próximos. Se podía
entrar y salir sin que nadie lo viera a uno. La habían construido los Brandigamo
mucho tiempo atrás, para uso de invitados o miembros de la familia que
deseasen escapar por un tiempo a la tumultuosa vida de Casa Brandi. Era una
antigua casa de campo, lo más parecida posible a la cueva de un hobbit. Larga y
baja, de un solo piso, tenía techo de paja, ventanas redondas y una gran puerta
redonda. Mientras subían por el sendero verde, desde la puerta en el cercado, no
vieron ninguna luz. Las ventanas estaban oscuras y con las persianas cerradas.
Frodo golpeó la puerta y Gordo Bolger vino a abrir. Una luz acogedora se
derramó hacia afuera. Los hobbits se deslizaron rápidamente en la casa y se
encerraron junto con las luces. Vieron que estaban en un vestíbulo amplio con
puertas a los lados; delante de ellos corría un pasillo, hacia el centro de la casa.
—¿Qué te parece? —preguntó Merry, viniendo por el pasillo—. Hemos hecho
lo imposible en este poco tiempo. Queríamos que te sintieras en casa. Al fin y al
cabo, Gordo y yo no llegamos aquí hasta ayer con el último cargamento.
Frodo miró alrededor. Todo era allí hogareño, de veras. La mayoría de sus
muebles preferidos, o mejor los de Bilbo (le recordaban vivamente a Bilbo en
aquel nuevo ámbito) habían sido ordenados todo lo posible de acuerdo con la
disposición de Bolsón Cerrado. Era un sitio agradable, cómodo, acogedor y se
encontró deseando haber venido a instalarse realmente en ese retiro tranquilo. Le
pareció injusto haber expuesto a sus amigos a todas estas molestias y se preguntó
de nuevo cómo podría decirles que los abandonaría muy pronto, en seguida, en
verdad. Ya no le quedaba otro remedio que hablarles esa misma noche, antes que
todos se acostaran.
—Maravilloso —dijo con un esfuerzo—. Apenas noto que me he mudado.
Los viajeros colgaron las capas y apilaron los bultos sobre el piso. Merry los llevó
por el pasillo y en el otro extremo abrió una puerta. El resplandor de un fuego
salió al pasillo y una bocanada de vapor.
—¡Un baño! —gritó Pippin—. ¡Oh, bendito Meriadoc!
—¿En qué orden entraremos? —preguntó Frodo—. ¿Primero los más viejos o
los más rápidos? De cualquier modo tú serás el último, señor Peregrin.