Page 112 - El Señor de los Anillos
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barbilla le protegía de la niebla.
Frodo saltó de la carreta para saludarlo.
—¡Así que aquí estás por fin! —dijo Merry—. Comenzaba a preguntarme si
aparecerías hoy y ya me iba a cenar. Cuando se levantó la niebla fui a Cepeda a
ver si habías caído en un pantano. Maldito si sé por dónde has venido. ¿Dónde los
encontró, señor Maggot? ¿En la laguna de los patos?
—No. Los descubrí merodeando —dijo el granjero—, y casi les suelto los
perros, pero sin duda ellos le contarán toda la historia. Ahora, si me permiten,
señor Merry, señor Frodo y todos, lo mejor es que vuelva a casa. La señora
Maggot estará preocupada, con esta cerrazón.
Hizo retroceder la carreta y dio media vuelta.
—Buenas noches a todos —dijo—. Ha sido un extraño día, sin ninguna duda.
Pero todo está bien cuando termina bien. Aunque quizá nosotros no podamos
decirlo hasta que cada uno llegue a su casa. No negaré que me sentiré feliz
entonces.
Encendió los faroles y se levantó. De pronto sacó de debajo del asiento una
canasta grande.
—Casi lo olvidaba —dijo—. La señora Maggot lo preparó para el señor
Bolsón, con sus recuerdos.
Tendió la canasta y se alejó, seguido por un coro de gracias y buenas noches.
Los hobbits se quedaron mirando los pálidos halos de luz de los faroles, que se
perdían en la noche brumosa. De repente, Frodo se echó a reír; de la canasta
cubierta que tenía en las manos subía un olor a hongos.