Page 108 - El Señor de los Anillos
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Al  oír  el  nombre  de  Bolsón,  el  granjero  se  sobresaltó  y  echó  a  Frodo  una
      mirada penetrante.
        Durante un momento Frodo pensó que Maggot había recordado de pronto las
      setas robadas y que les diría a los perros que lo echasen fuera. Pero el granjero
      lo tomó por un brazo.
        —Bien, ¿no es esto todavía más extraño? —exclamó—. El señor Bolsón, ¿eh?
      ¡Entren! Tenemos que hablar.
        Entraron en la cocina de la granja y se sentaron junto a la amplia chimenea.
      La señora Maggot trajo cerveza en una enorme jarra y llenó cuatro picheles. Era
      una buena cerveza y Pippin se sintió más que compensado por no haber ido a La
      Perca Dorada. Sam sorbió su cerveza con recelo. Tenía una desconfianza natural
      hacia los habitantes de otras partes de la Comarca y no estaba dispuesto a hacer
      amistad rápidamente con nadie que hubiese golpeado a su señor, aunque fuera
      largo tiempo atrás.
        Luego de breves observaciones sobre el tiempo y las perspectivas agrícolas,
      que no eran peores que otras veces, el granjero Maggot dejó su pichel y los miró
      a uno por uno.
        —Ahora,  señor  Peregrin  —dijo—,  ¿de  dónde  vienen  y  hacia  dónde  van?
      ¿Vienen a visitarme? Pues si es así, podrían haber pasado por mi puerta sin que
      yo los viera.
        —Bueno,  no  —respondió  Pippin—.  A  decir  verdad,  puesto  que  lo  ha
      adivinado, hemos llegado al sendero por la otra punta, atravesando los campos de
      usted, pero fue sólo por accidente. Perdimos el camino en el bosque, cerca de
      Casa del Bosque, tratando de encontrar un atajo hacia Balsadera.
        —Si  tienen  prisa,  les  hubiera  convenido  más  tomar  el  camino  —dijo  el
      granjero—. Pero no era esa mi preocupación. Pueden ustedes andar por todas
      mis  tierras,  si  así  lo  desean,  señor  Peregrin.  Y  usted  también,  señor  Bolsón,
      aunque  supongo  que  todavía  le  gustan  las  setas.  —Se  rió—.  Sí,  reconocí  el
      nombre. Recuerdo la época en que el joven Frodo Bolsón era uno de los peores
      pilluelos de Los Gamos. Pero no estaba pensando en setas. Oí el nombre, Bolsón,
      poco tiempo antes que ustedes llegaran. ¿Qué creen que me preguntó el extraño
      parroquiano?
        Los hobbits esperaron ansiosamente a que el granjero continuara hablando.
        —Bien —dijo el granjero, paladeando la lentitud con que llegaba el asunto—.
      Vino  cabalgando  en  un  caballo  negro  y  enorme,  cruzó  el  portón  que  estaba
      abierto y llegó hasta mi puerta. Todo negro, él también y envuelto en una capa y
      encapuchado como si no quisiera que lo reconociesen. Pensé para mis adentros:
      « ¿Qué querrá en la Comarca?»  No vemos mucha gente grande de este lado de
      la frontera y de todos modos nunca oí hablar de algo parecido a este individuo
      negro.
        "Buen día", le dije acercándome. "Este sendero no lleva a ninguna parte y
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