Page 109 - El Señor de los Anillos
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vaya a donde vaya lo más corto será que vuelva en seguida al camino." No me
gustaba su aspecto y cuando Garra acudió, lo husmeó y soltó un aullido como si
lo hubiesen atravesado con una aguja. Se escapó con la cola entre las patas,
lloriqueando. El sujeto negro no se inmutó.
» "Vengo de más allá", dijo lentamente, muy tieso, señalando hacia el oeste,
sobre mis campos. "¿Ha visto a Bolsón?", me preguntó con una voz rara,
inclinándose hacia mí. No pude verle la cara, oculta bajo el capuchón y sentí que
una especie de escalofrío me corría por la espalda. Pero no entendía cómo había
atravesado mis tierras con tanta audacia, a caballo.
» "¡Váyase!", le ordené. "No hay aquí ningún Bolsón. Se ha equivocado de
sitio. Es mejor que vuelva a Hobbiton, pero esta vez por la calzada."
» "Bolsón ha partido", murmuró. "Viene hacia aquí y no está lejos. Deseo
encontrarlo. Si pasa, ¿me lo dirá? Volveré con oro."
» "No, no volverá aquí", repliqué. "Volverá al lugar que le corresponde y
rápido. Le doy un minuto antes que llame a todos mis perros."
» El hombre lanzó una especie de silbido. Quizás era una risa, o no. Luego me
echó encima el caballo y salté a un lado justo a tiempo. Llamé a los perros, pero
se volvió rápidamente y desapareció por el portón tomando el sendero hacia la
calzada, como un relámpago.
» ¿Qué piensan de todo esto? —concluyó el granjero.
Frodo se quedó mirando las llamas un rato; no pensaba en otra cosa que en
cómo diablos llegaría a Balsadera.
—No sé qué pensar —dijo al fin.
—Entonces yo mismo voy a decírselo —continuó Maggot—. No tendría que
haberse mezclado con la gente de Hobbiton, señor Frodo. Son gente rara allá. —
Sam se revolvió en su silla y echó al granjero una mirada hostil—. Pero usted
siempre ha sido un cabeza dura. Cuando supe que había dejado a los Brandigamo
yéndose a vivir con el viejo señor Bilbo, dije que usted las pasaría mal. Oiga bien
lo que le digo: todo esto viene de la rara conducta del señor Bilbo. Dicen que
obtuvo su dinero de modo extraño, en lugares distantes. Quizás alguien desee
saber qué ocurrió con el oro y las joyas que enterró en la colina de Hobbiton,
según he oído.
Frodo no respondió; la perspicacia de las hipótesis del granjero era
desconcertante.
—Bien, señor Frodo, me alegro de que haya tenido el buen tino de volver a
Los Gamos —continuó Maggot—. Mi consejo es: ¡quédese ahí! Y no se mezcle
con gente de otros lados. Se hará de amigos en estos lugares. Si algunos de esos
sujetos negros vuelve a buscarlo, se las verá conmigo. Diré que usted ha muerto,
o que ha abandonado la Comarca, o lo que usted quiera. Lo que será bastante
cierto, pues lo más probable es que deseen saber del señor Bilbo y no de usted.
—Quizás esté en lo cierto —dijo Frodo, evitando los ojos del granjero y